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La Coca-Cola nazi (III)



A principios de los años treinta, Coca-Cola GmbH vendía menos de 250.000 botellines al año en Alemania. En 1939, casi 4.500.000. La guerra torció las estadísticas y en 1941 el embargo norteamericano puso a la compañía en crisis, pero asombra descubrir que en 1944 Coca-Cola GmbH todavía vendía dos millones de botellines al año (aunque la mayoría, lo veremos más adelante, no eran de Coca-Cola). 

Los primeros días de Coca-Cola GmbH fueron difíciles. En primer lugar, Alemania estaba arruinada por culpa de las compensaciones del Tratado de Versalles y padecía una severísima crisis política y económica. En segundo lugar, el nacionalismo se había instalado en Alemania. Aunque podemos hablar de americanización de las fábricas, las finanzas, el comercio, la tecnología... incluso de la cultura, también puede hablarse de un antiamericanismo visceral entre los alemanes, alentada por los comunistas y los nacionalsocialistas, que todavía competían entre sí por hacerse con el poder político. 

Propaganda de Sinalco.

En tercer lugar, Coca-Cola tenía que competir con muchas otras bebidas refrescantes, entre las que destacar varios refrescos de cola alemanes, como Sinalco. Sinalco nació en 1902 y su nombre tiene origen latino (sin alcohol). Sigue vendiéndose en 40 países y varios sabores y es la soft drink europea más antigua. Alemana, por más señas.

Pero el adversario más terrible de la Coca-Cola en Alemania era la cerveza. Como había dicho Nietzsche, Alemania y los alemanes son hijos de la cerveza, y lo que sigue que dijo lo ahorramos al lector, pero se harán a la idea de qué pudo ser si saben que no tardó mucho en nacionalizarse suizo.

En esta cervecería comenzó todo. Aquí se fundó el NSDAP.
El nacionalsocialismo como efecto de una intoxicación etílica.

¡La cerveza...! El NSDAP había comenzado en una cerveceria muniquesa. La cerveza estaba indisolublemente unida al nacionalismo alemán y a su peor criatura, el nacionalsocialismo. Era una bebida alemana, siempre lo había sido (siempre, en términos nacionalistas, es un adverbio relativo) y era propia de machotes y descerebrados, un punto a favor de la cerveza, pues el nacionalsocialismo sentía una aversión enfermiza por todo lo que fuera crítico, reflexivo o intelectual. 

Entre la crisis y el ascenso del nacionalismo, la competencia de Sinalco, Afri-Cola y demás, y la cerveza alemana, ¿qué espacio quedaba para Coca-Cola? ¿Cómo explicar su éxito?

McNamara, ¿una caricatura de Max Keith?

Quizá toque hablar de Max Keith, alma mater de Coca-Cola GmbH. Oportunista, falto de escrúpulos, habilísimo en los negocios, tirano en su empresa, un líder nato e incansable que lo daba todo por vender un botellín más de Coca-Cola. Un personaje muy especial, en el que (dicen) se basó el personaje de McNamara en One, Two, Three (Billy Wilder, 1961), quizá la mejor película que se ha hecho jamás sobre la Coca-Cola (y la Guerra Fría).

Los nacionalsocialistas promovieron la figura del jefe de fábrica, un personaje con poderes absolutos, un remedo del Caudillo (Hitler) en la empresa, porque creían que esta figura autoritaria conseguiría acabar con la resistencia de los sindicatos socialistas y comunistas e incrementaría considerablemente la eficiencia y la productividad de las fábricas. No hizo falta poner un jefe de fábrica en Coca-Cola GmbH: ya tenían a Max Keith.

La belleza germana y la Coca-Cola.
Anuncio de 1938.

Keith fue el responsable de una política publicitaria agresiva que no dudó un momento en identificarse con la propaganda nacionalsocialista. A decir verdad, la publicidad de la Coca-Cola y la que promovía Goebbels, ministro de Propaganda y Cultura Popular (sic) alemán, eran asombrosamente coincidentes y esa aproximación publicitaria entre la bebida y la barbarie fue relativamente fácil. Hay que añadir que la publicidad y la propaganda tal y como la conocemos hoy debe mucho a Goebbels, que marcó un antes y un después en este negocio. Pero Goebbels había aprendido publicidad fijándose en la Coca-Cola. Ya saben, bellas mujeres arias bebiendo un botellín de cola, lo mismo entonces que ahora.

Se dice que Max Keith se saltó muchas de las órdenes que le llegaron de los EE.UU. e hizo un poco lo que quiso con Coca-Cola GmbH. Cuando los alemanes se anexionaron los Sudetes en 1938 y avergonzaron a la comunidad internacional, la revista Die Wehrmacht (El Ejército) publicó un anuncio en el que aparecía una botella (alemana) de Coca-Cola frente a un mapamundi y un texto que decía Ja, Coca-Cola hat Weltruf, dando a entender que la Coca-Cola aprobaba la anexión. ¡Caramba! En Atlanta se pusieron de los nervios, pero nadie se atrevió a tocar a Keith, que ya vendía millones de botellines al año.

Afri-Cola, que todavía se fabrica, fabricaba y vendía botellines de refresco de cola muy parecidos a los de Coca-Cola GmbH. También se aproximó al nacionalsocialismo lo que pudo, y protagonizó la polémica de la Coca-Cola judía.

La publicidad agresiva de Coca-Cola GmbH y la proximidad de Keith a los jerarcas nazis hizo a un lado a la competencia. Pero también provocó alguna respuesta pasada de vueltas. Karl Flach, el jefe de Afri-Cola, fue a por todas. En 1936, mandó repartir unas tarjetas con el dibujo de unas chapas de la Coca-Cola americana con inscripciones hebreas. ¡Coca-Cola era judía!

Chapa de Coca-Cola envasada en Toronto, Canadá, en 1936, con carácteres hebreos que garantizan que el refresco es kosher. Flach, el jefe de Afri-Cola, distribuyó miles de copias de este dibujo en Alemania, con la esperanza de arruinar a Coca-Cola GmbH.

No era exactamente así. Coca-Cola había hecho publicidad entre los judíos americanos anunciándoles que el refresco era kosher, pues no contenía nada que prohibiera la Torá. ¡La que organizó el señor Flach! Que Coca-Cola era un negocio judío tuvo que oírlo Keith durante lo que restó de poder a los nazis, fue imposible acallar esta maledicencia (sic). La noticia afectó a las ventas de Coca-Cola GmbH, pero a decir verdad, no demasiado. Los jerarcas nazis miraron hacia otro lado. Para ellos también era importante el dinero que obtenían de los suministradores de la Coca-Cola. Los negocios son los negocios y los jerarcas nazis, la verdad, muy aficionados al dinero que ganaban bajo mano.

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