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La hora oficial (de Barcelona)


No hace mucho, expliqué que el reloj de la catedral de Florencia ha sido restaurado. También expliqué que comenzó a dar la hora según el horario itálico o juliano, que empieza a contar con la puesta del sol. Eso implica poner el reloj en hora cada día, porque no hay dos días seguidos que duren lo mismo, y también pone en riesgo la vida de los relojeros, que han de subirse a los campanarios y torres del reloj día sí y día también, para ajustar las máquinas. Los registros de la Edad Media y el Renacimiento están llenos de accidentes de relojeros, que caían de arriba abajo del campanario por un ponme esto a la hora.

Poner los relojes a la hora sigue siendo un deporte que practica mucha gente, aunque el proceso se está automatizando y hoy carece de riesgos. Venden relojes de pulsera, despertadores y demás que conectan con un satélite y se ponen ellos solos a la hora. Internet y las redes de telefonía móvil se ponen a la hora automáticamente. Etc. En estos procesos, varios relojes atómicos miden el tiempo y se toma el promedio de todos ellos. Emiten la señal por cable o por radio. La hora no es exacta (nunca lo es, jamás podrá serlo), pero el error es ínfimo, minúsculo, casi, casi, el inevitable por la relatividad espacio-temporal. Jamás hemos podido ser tan puntuales como hoy mismo.

Imagen deformada por la óptica del catalejo (perdón, telescopio) del observatorio Fabra de Barcelona, en la falda del Tibidabo, responsable de la hora oficial de la Ciudad Condal.

Entre el Renacimiento y los relojes atómicos, ¿cómo se ponían los relojes a la hora? Mirando al cielo. Los observatorios astronómicos eran capaces de fijar la hora con extraordinaria precisión examinando la posición de las estrellas y los planetas. De ahí nació la idea del cronómetro marino, un reloj muy preciso capaz de resistir el meneo de un barco. Uno miraba la hora del reloj, examinaba las estrellas y decía Si es esta hora y las estrellas están en esta posición, tengo que estar aquí, y ahí estaba el barco, en medio de la mar procelosa. Pues los observatorios astronómicos decían Si estoy aquí y las estrellas están así, tiene que ser esta hora, y ponían en hora sus relojes.

Este reloj marcaba la hora oficial de Barcelona.
¿Saben dónde está?

Esto me lo explicó un amigo y lector de El cuaderno de Luis, que me puso como ejemplo el de la hora oficial de Barcelona. Porque, ¡atención!, Barcelona tuvo durante muchos años su propia hora oficial, antes de inventarse la radio y aplicarse en estas cosas.

Todo comenzaba en el observatorio Fabra, que está en la falda del Tibidabo. El astrónomo de guardia mandaba que le trajeran el reloj, un cronómetro marino. Supongo que era un cronómetro marino, para poder resistir el viaje que pronto explicaré, pero no sé si era un cronómetro de caja o de mano. Apuesto por uno de caja, que era más preciso, aunque es posible que me equivoque. La verdad, no lo sé. La cuestión es que un científico echaba mano del telescopio, las reglas de cálculo, las tablas y lo que fuera y convencido de ello, ponía el cronómetro en hora. C'est voilà! ¡La hora oficial de Barcelona!

Pero ¿de qué sirve una hora oficial si no se da a conocer? La pregunta será ¿cómo se daba a conocer en Barcelona?

Supongo que transportarían la hora en un cronómetro parecido a éste.

Cuenta mi amigo que un relojero (vamos a llamarlo así) salía del observatorio y bajaba hasta las Ramblas con el cronómetro bajo el brazo, lloviera o hiciera sol... No, eso, no, que lo hacía de noche (tenían que ver las estrellas, ¿recuerdan?). Se llegaba adonde la Real Academia de las Ciencias y las Artes... Está bien, está bien... ¿Saben dónde está el teatro Poliorama? Pues, ahí. Todavía puede verse en la fachada un reloj y debajo del reloj un letrero que dice Hora Oficial.

¿Lo ven? Encima del teatro.

Llegaba el relojero con el cronómetro y ajustaban el reloj de la fachada. Los barceloneses que pasaban por ahí podían poner sus relojes a la hora, confiando en los astrónomos. La puntualidad era una obsesión de la burguesía industrial catalana (en general, de cualquier burguesía industrial) y la cuestión de la hora oficial fue una cuestión de mucha enjundia, que la gente se tomaba muy en serio.

Imagen de la primera emisión de EAJ-1, Radio Barcelona.
Fue también la primera emisión de la hora por radio en España.

Como ya les digo, fue la radio y la señal de radiofrecuencia la que puso fin a las carreras del relojero del Tibidabo a las Ramblas. Pero también en esta aventura tendríamos que mencionar a la emisora EAJ 1, la primera emisora de radio de España, Radio Barcelona, también la primera en emitir la hora por radio.

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