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El orinal Napoleón


El orinal que ha inspirado esta reflexión.
Pero ¿quién anda ahí?

Los aficionados a estas cosas saben que los británicos no pueden quitarse a Bonaparte de la cabeza. Los franceses esgrimirán la historia, la gloria, la grandeur... pero los británicos escribirán libros uno tras otro, formarán clubes napoleónicos, hasta se disfrazarán de granadero y se presentarán en Waterloo el 18 de junio, para celebrar la batalla. De granadero francés, ¡naturalmente!

Napoleón y su relación con los orinales obsesionaron a los británicos.

Eso, ahora. Porque cuando Napoleón mandaba en Francia (y en Europa) los británicos hicieron todo lo posible por fastidiarle y no cejaron en su empeño hasta que lo derrotaron. ¿Admiración? ¡Ninguna! Un profundo desprecio.

Las tres plagas de Europa.
Está quien quiere combatir con todos (Napoleón).
Está quien quiere que todos paguen más impuestos (el primer ministro Pitt).
Está quien quiere hacerse con todo (el de la derecha).

Los ideales de la Revolución Francesa fueron considerados una amenaza por el Parlamento británico y se combatieron muy, muy duramente. Tan pronto asomó Bonaparte, ya pudo personalizarse la batalla y dirigirse contra él. Queriendo o sin querer, se puso en marcha una campaña propagandística dedicada exclusivamente a convertir a Bony (así llamaban a Bonaparte) en a) un monstruo, b) un imbécil, c) un pervertido, d) un enano ridículo, o e) a, b, c, d y algunas cosas más.

Napoleón ha impuesto su orden en Europa. Tremendo.

Prueba de ello son las docenas de caricaturas que se hicieron de él y de su política. Es notable la crueldad de muchas de ellas y también su escatología.

Una visita amistosa.
Napoleón es sorprendido por su viejo amigo mientras hacía sus cosas.

El Corso se caga en el trono de Francia. Muy gráfico.

Pero lo que viene a continuación es una pieza industrial, repartida en muchos hogares británicos, de buena factura. Se trata de un pot de chamber (orinal) que se expone en el Museo de Brighton y que algunos coleccionistas pueden comprar o vender en alguna subasta.

El orinal, tal como se expone en el museo.

La figura que asoma dentro del orinal es ¡Napoleón Bonaparte! Recién emperador, porque el orinal apareció en 1805. A los pies del busto napoleónico se lee PEREAT, que es un latinajo y quiere decir ¡Muérete!

Nos imaginamos al inglés de bien orinando encima de Su Majestad Imperial, toma, por malvado, y tan satisfecho, al fin, por haber contribuido de semejante manera a la causa patria.

¿Les sorprende? A mí me sorprendió, pero resulta que a caballo de los siglos XVIII y XIX se puso de moda fabricar orinales con efigies. Especialmente, atención, en las Colonias Americanas. En su mayor parte, dicen los expertos, eran orinales con efigies de reyes. Mejor dicho, de un rey: el rey Jorge de Inglaterra. Lo mejor, a mi juicio, es que la mayoría de estos orinales... ¡se fabricaban en Inglaterra! 

A continuación, contemplen un orinal curioso.

El orinal dedicado al capitán Basil Hall, de la Royal Navy.

Está dedicado al capitán Basil Hall, de la Royal Navy. Se expone en el Northeast Museum de Canadá y sólo puede decirse que está datado hacia 1800, años antes o años después. Uno se pregunta quién encargó el orinal. ¿Fue el mismísimo capitán Basil Hall, en un ataque de soberbia? ¿O fueron sus subordinados? ¿Se lo regalaron como muestra de gratitud o lo emplearon para vengarse de él? ¡Gran parte de la historia quedará para siempre envuelta en el misterio!

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