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Qué dura es la vida del guiri


Pese al parecer de los guiris, esto es la plaza de Cataluña, no Lavapiés.

Hubo un tiempo no muy lejano en que el 35% de la producción industrial y más del 25% de la generación de riqueza en España se daban en Cataluña, pero ese tiempo pasó y tal como andan los vientos, no volverá. Han sido tantos años de pujolismo, corrupción, mediocridad y estupidez que sólo nos queda el turismo. Tenemos que agradecer a nuestros antepasados que fueran mecenas de Gaudí y al tranvía, que lo atropellara justo a tiempo, pero tenemos que reconocer que si Gaudí se hubiera dado en Teruel, hoy pasábamos hambre en Barcelona.

Si han leído los periódicos este verano, habrán visto que el asunto del turismo va a peor. Por un lado tenemos el llamado turismo de borrachera, que no es nuevo, sino que lleva con nosotros hace ya muchos años, y por el otro la mafia dispuesta a abrir casinos en la costa comisión va, comisión viene. ¡Pintan bastos! Peor todavía, ya se dan casos de masificación en las principales zonas turísticas, porque hemos estirado más el brazo que la manga y nos hemos olvidado de pensar antes de actuar, como viene siendo nuestra costumbre.

No se lo van a creer, pero esta gente espera para entrar en un museo.
Son guiris, seguro, que esto no es propio de los nuestros.

En la capital, Barcelona, no cabe un lápiz en los alrededores de la Sagrada Familia y el paseo de Gràcia anda lleno a rebosar de guiris gamba, aunque sea mediado el día y mediado agosto. ¡Un no parar! Las infraestructuras no dan para más y ya se habla de cambiar el modelo de ciudad. ¡Con lo que nos ha costado tener una marca, ahora quieren cambiar el modelo! Tantas ideas en manos de los líderes patrios que nos han tocado en suerte dan para salir corriendo y rogar lo de Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy, que seguro que no será peor.

Lástima, lástima. Porque soy de los que se alegra viendo turistas. Esta opinión provocará rechazo, tal como andan los ánimos en la ciudad, pero ¿quieren que les mienta? Esas guiris en pantaloncito corto y mirada perdida son como las especias en la cocina, alegran la vista y dan sabor a la ciudad. 

Otra cosa es una legión de bárbaros del norte en chancletas dándole a la cerveza y cantando himnos futboleros mientras miccionan a la puerta de casa, algo que sucede con frecuencia en los alrededores de la Sagrada Familia bien entrada la noche. Cuando me hablan de lo civilizados que son los ingleses, los alemanes y tal, siempre recuerdo estas escenas tan decorosas, qué quieren que les diga, y me quedo con el Mediterráneo.

Colas para subirse al autobús descapotable.

¡A lo que íbamos! Una de las razones que me aficiona al turismo es la de poder auxiliar al pobre guiri. Porque, dejémosnos de historias, yo también he sido guiri y he paseado más perdido que un número de la rifa en ciudades lejanas y en esas circunstancias ¿quién no se ha visto en apuros? ¿Nunca han agradecido ustedes una ayudita?

La escena es siempre más o menos la misma. Te llaman (¡Siñor, siñor!), confundiendo el español con el italiano (de siñor a signore hay un palmo, apenas). Uno está, pongamos por caso, en la avenida del Tibidabo, en el parque de la Ciutadella, cerca de Lesseps o no muy lejos de los Encantes. Si no conocen Barcelona, busquen en un mapa. 

El guiri (varón o mujer, es indiferente) sólo sabe decir en español ¡Siñor, siñor!, pero da a entender que está buscando las Ramblas (que pronuncia de modo ininteligible) o la piazza Catalonia (sic) o incluso la Pedruera o la Sagruada Famiglia. Sonríe y presume que no anda lejos de su objetivo, cuando en verdad está en la otra punta de la ciudad. Da muestras de agotamiento físico, deshidratación, confusión y requiere ayuda en una lengua sajona (con el inglés ya le vale). Uf, digo yo, is very lontano da qui, yu mast teik de bas or gou in metrou

Cara de pasmo. Nunca sé si es por mi inglés o porque les ha sorprendido verse tan lejos de su objetivo. Porque mi inglés macarrónico es pésimo, pero su sentido de la orientación... Suerte que inventaron los mapas, pero me sorprende que todavía confundan el mar con la montaña y subir con bajar. Pongo el dedo. Yuar jíar, jíar. Duyú anderstán? Callan, cara de susto. Ande Sagruada Famiglia is jíar (y pongo el dedo a un palmo del primer lugar). De cara de susto a cara de pánico.

Yo quedo tan feliz y contento por haber ayudado al prójimo y ellos tan felices y tan contentos por haber encontrado a un caballero tan amable... aunque no han entendido ni jota de lo que les ha dicho sobre cómo llegar a la basílica de Gaudí. 

¡Da lo mismo! ¡Se van a perder igual! Ah, qué dura es la vida del guiri.

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