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"Historia de un crimen" y "Las Revoluciones de 1848" (I)


La Libertad guiando al Pueblo, de Delacroix.
¿Dónde? ¡En una barricada!

¡A las barricadas! fue una de las proclamas más frecuentes en París durante la primera mitad del siglo XIX. El recuerdo de la Revolución Francesa se opuso repetidas veces a la tiranía, con mayor o menor fortuna. La lucha en las barricadas protagoniza la última parte de Los miserables, la famosa novela de Victor Hugo. Esa vez fue una revuelta fallida, como tantas, pero bien vale para hacerse a una idea de cómo se veían las barricadas desde dentro.

En febrero de 1848, Marx y Engels publican la primera edición del Manifiesto Comunista. Diez días después, ya se oyen en París los gritos de ¡A las barricadas! En tres días, del 23 al 25 de febrero, la insurrección popular acabó con la monarquía constitucional de Luis Felipe I, el que sería el último rey de Francia, e instauró la Segunda República Francesa.

Marx, hacia 1880.
Una barba revolucionaria.

Marx no salía de su asombro. Venga el Manifiesto, venga la revolución. ¡En menos de dos semanas! Los marxistas creen en la inevitabilidad del curso de la historia, pero tanta puntería ensoberbece a cualquiera y Marx disfrutó de lo lindo al ver sus predicciones cumplidas con tanta exactitud y ¡no presumió poco!

Porque, atención, la revolución de 1848, aunque burguesa, fue la primera que contó con un movimiento obrero (proletario) organizado e independiente, consciente de formar una clase social y anhelante de ampliar sus derechos políticos y sociales. Ese movimiento obrero actuó por su cuenta y la burguesía tuvo que negociar con él para obtener su apoyo en la revolución. A cambio, obtuvo el sufragio universal (para los varones), la reducción de la jornada laboral (que quedó en 11 horas al día) y el derecho al trabajo de todos los ciudadanos.

Carlos Luis Napoleón Bonaparte, en 1862.
Bigote ridículo y barba de chivo.

El problema vino pocos meses después y se personaliza en un personaje entre ridículo y siniestro, Carlos Luis Napoleón Bonaparte. Era hijo de Luis Bonaparte, hermano del emperador Napoleón y rey títere de Holanda. Los herederos de Napoleón fueron muriéndose y Carlos Luis Napoleón se encontró, en 1832, como heredero de los derechos dinásticos (¿?) de su tío. 

El tipo se lo creyó y en 1836 intentó un golpe de Estado en Francia, que fracasó estrepitosamente. En 1840, lo volvió a intentar, emulando el desembarco de su tío regresando de Elba, cruzando el Canal de la Mancha con unos pocos fieles y desembarcando en Francia, pero Carlos Luis Napoleón no era Napoleón y tan pronto puso pie a tierra lo pillaron y lo metieron en prisión. Se escapó, seis años después, y ¿qué hace en 1848? ¡Se presenta a las elecciones! ¿Y qué ocurre? Que en noviembre de 1848 es elegido presidente de la Segunda República Francesa.

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