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Los primeros relojes de astronautas y cosmonautas (y V)


Finalmente, la carrera espacial la ganaron los astronautas norteamericanos. El 16 de julio de 1969, la misión Apollo XI culminó con el aterrizaje del módulo lunar Eagle en el Mar de la Tranquilidad. Los astronautas Armstrong y Aldrin pasearon por la Luna durante más de dos horas y media mientras Collins se lo miraba desde la órbita lunar, en el módulo de mando Columbia.

Así, cuando Armstrong pisó la Luna y dijo aquello de un pequeño paso para el hombre y un gran paso para la humanidad (también dijo luego un montón de palabrotas)... ¿llevaba un Omega Speedmaster consigo?

Aldrin, presumiendo de Omega Speedmaster.

¿Por qué lo pregunto? Porque cuentan que se lo había dejado en el módulo lunar. Así, con dos. Suerte que su compañero, Aldrin, sí que lo llevaba atado a la muñeca y así los de Omega pudieron presumir de las fotografías de un astronauta paseando por la Luna con un Omega Speedmaster.

A partir de ese momento tan emocionante, el Omega Speedmaster se convirtió en el Moon Watch, o Reloj de la Luna, y todo el mundo lo conoce por ese nombre. Todos los astronautas que pisaron la Luna (excepto, quizá, Armstrong, el primero de ellos) llevaron encima un Omega Speedmaster.

El Omega Speedmaster, parte del equipo de un astronauta.

Y dejó aquí la carrera espacial desde el punto de vista de los relojes. En parte, porque vendrían los tiempos modernos y los relojes digitales (los primeros, por cierto, soviéticos), y en parte porque ya está bien de dar la tabarra.

Sólo me queda señalar una cosa. Todos estos relojes de los que he hablado durante tanto tiempo, el Sturmanskie, el Breitling Navitimer Cosmonaute, el Poljot Strela y el Omega Speedmaster eran relojes mecánicos ¡de cuerda!

La razón es evidente. Digitales no eran, todavía no. ¿Por qué de cuerda, habiendo automáticos? Porque en situación de ingravidez, los relojes automáticos no cargan. El juego del contrapeso que da cuerda al reloj funciona gracias a la gravedad. En el espacio o en la Luna, no funcionaría. Así que, señores, mejor de cuerda y andando.

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