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¡Empate!


Don Prusés intentando levantar el vuelo.

Cuenta más de uno que quienes pretenden tomarse en serio el prusés apenas pueden aguantarse la risa. La colección de chistes, chascarrillos, burlas y bromas en las redes sociales no tiene fin. Astracanada, esperpento, sainete, vodevil... tienen palabras entre las que escoger para definir las últimas escenas de la negociación para investir a don Artur Mas presidente de la Generalidad de Cataluña. Quien a estas alturas no nos toma a chacota, se desternilla viéndonos.

De entrada, creo haberlo ya dicho, porque no deja de ser obsceno que un partido en teoría de extrema izquierda quiera aupar al cargo a un representante de la derecha más rancia en lo ideológico y más neoliberal en lo económico, por no añadir corrupta hasta la médula de los huesos y responsable del mayor destrozo al Estado del Bienestar del que ha tenido uno noticia en este país. ¡Coherencia ideológica del anarcocatalanismo! Pura coherencia.

Pero la realidad supera a la ficción y en la asamblea de la CUP, prevista para decidir si los parlamentarios de esta agrupación votaban a favor o en contra de la investidura del señor Mas o se abstenían, (casi) la mitad de los ahí presentes quería aupar a Mas y la otra (casi) mitad, no, ni hablar (aunque aceptaban apoyar a CDC, que es lo mismo).

No hubo suficiente con una votación.

Se votó una vez. Salió que el señor Mas no podía ser investido por la CUP.

Se votó una segunda vez. Volvió a salir que el señor Mas no podía ser investido por la CUP. 

Hubo que llegar a una tercera votación para que se produjera ¡un empate! La mitad de los 3.030 delegados presentes votó a favor y la otra mitad, en contra. ¡Empate! 

Ahí se acabaron las votaciones. 

Se disolvió la asamblea. La mitad cantaba in-inde-independenciá y la otra mitad an-anti-anticapitalista, con los puños izquierdo o derecho en alto, según, dando muestras de una sólida unidad político-dogmática, que dos caras tiene Jano, el dios que abre o cierra las puertas a la presidencia de la Generalidad de Cataluña, o cualquier otra puerta, ya puestos, que mira hacia dentro y hacia fuera. Pero los cánticos fueron tímidos y no duraron casi nada. Todos corrieron a sus casas, a digerir el ridículo.

Anuncio del empate. El señor de la corbata es del sector crítico.
No se admiten preguntas. 

Conseguido este (espectacular, imprevisto) resultado, que pronto fue la comidilla de todo el mundo, serán los diputados y el Consejo Político los que decidan, motu proprio, investir presidente al señor Mas el próximo sábado. Así decidirán sin tener que depender de asambleas, pero jugándose el tipo. Se explicó así en una rueda de prensa (sic) en la que no permitieron hacer preguntas, en la que leyeron un comunicado, o varios. 

Para la próxima rueda de prensa quizá ya tengan un televisor de plasma.

Se decidirá así porque... porque nadie había previsto el empate. ¿Qué harán ahora? ¡Queda tan poco tiempo para hacerlo...! ¿Habrá nuevas elecciones? ¿Otras? Uno ya pierde la cuenta de cuántas llevamos. Si, por el contrario, el señor Mas es investido, ¿se imaginan qué gobierno? Como dicen en catalán (traduzco): hay para alquilar sillas (y sentarse a verlo). ¿Nos merecemos esto? ¿En serio nos lo merecemos?

Lo que tienen las redes sociales, que la fama te asalta cuando menos te lo esperas.

Señoras y señores, la realidad supera cualquier ficción y así estamos. Pero quien peor está es el señor don David Vitali, que tuvo la ocurrente idea de enviar un mensajito a Twitter que pasará a la posteridad. Dijo (traduzco): Por motivos familiares estoy en Andalucía y no he podido ir a la #ANECUP. Espero que no vaya de un solo voto. Eso de la ANECUP es la asamblea de marras y eso de David Vitali es mala pata en estado puro. ¡La que le está cayendo al pobre hombre! ¡Ha ido precisamente de un solo voto! El caballero, huido y refugiado en Andalucía en estos momentos, buscado por todos los periódicos y supongo que por docenas de militantes de toda ralea, ya ha dicho que él hubiera votado que no a la investidura, pero como estaba de finos y pescaítos, no estaba votando, y más de uno se lo va a recordar mientras viva. ¡No quisiera estar en su pellejo!

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