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A Cervantes, que le den



La festividad de Sant Jordi (San Jorge) como Día del Libro nace en una confusión. Da la casualidad, dicen, que Cervantes y Shakespeare murieron el mismo día, un 23 de abril de 1616, día de San Jorge. Pero, ah, amigos, no fue exactamente así. Todo señala que Cervantes fue el primero en morir, pues la diñó el día 22, no el 23. Eso cuentan gentes más enteradas que uno mismo y uno cede ante ellas. Peor me lo ponen si uno mira en los calendarios. Digo calendarios y no calendario porque, en 1616, los españoles íbamos con uno y los ingleses, con otro, y suponiendo que sí, que los dos grandes plumíferos hubieran muerto el 23 de abril, no habrían muerto el mismo día, porque los calendarios de aquí y de allá no eran el mismo desde 1582 y fueron diferentes hasta mediado el siglo XVIII. Así, Shakespeare murió un 3 de mayo nuestro, y no un 23 de abril.

Vale. Todo esto está muy bien, pero ¿no se han fijado en un detalle? Cervantes y Shakespeare murieron en 1616. Eso es, murieron hace 400 años. Nadie parece darse cuenta de ello. Las autoridades, no, al menos. Este sábado sería el aniversario. ¿Alguien ha pensado en celebrarlo por todo lo alto? No. ¿Ni siquiera los máximos representantes de la cultura? Ellos, menos que nadie.

En los periódicos, de vez en cuando, un escritor pone el grito en el cielo por el silencio oficial ante este aniversario. ¿Cómo puede ser que el 400.º aniversario de la muerte de Cervantes no merezca ni un homenaje público? Y si resulta que existe ese homenaje, es tan mínimo que nadie tiene noticias de él. ¿Cómo es posible que nadie ensalce la gloriosa figura del autor de El Quijote? ¡Es para llevarse las manos a la cabeza! 

Y es así, en efecto, porque parece que Cervantes importe un ardite a las señoras autoridades, que entre todas juntas no habrán leído ni un capítulo entero del Quijote. ¿Se quejan algunos escritores? ¡Que se quejen! ¿Acaso los lee nadie? Y si son leídos, ¿crees que importa? Eso de Cervantes no inquieta a nadie, excepto a cuatro lectores empedernidos que son, lamentablemente, una minoría segregada y aislada. En el país de los debates a gritos y la gramática maltratada, Cervantes es un incordio.

Qué pena penita pena de país es éste. Así nos va.

2 comentarios:

  1. Querido Luisín, supongo que te refieres al artículo de Javier Marías publicado cuatro días antes de tu artículo "A ver si muere Cervantes".

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  2. Pues no lo he leído. Lo buscaré. Gracias.

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