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Veinticuatro horas menos un minuto


Este fin de semana también se han celebrado las 24 Horas de Le Mans, que antes eran famosísimas y ahora pasan sin pena ni gloria para la mayoría del personal. Este año pasará a la historia por un final dramático, digno de película. El equipo Toyota, que lleva muchos, muchos años intentando ganar en Le Mans, lo estaba consiguiendo. Su prototipo ocupaba la primera posición desde las primeras vueltas y todos sus contrincantes (principalmente, Audi y Porsche) se iban descolgando uno tras otro a medida que avanzaba la carrera.

Sólo un Porsche aguantaba el ritmo del Toyota, pero había sufrido un accidente en medio de la carrera y el Toyota se mantenía a una cómoda distancia. Tal como pintaba todo, sería incapaz de alcanzar al japonés. Pero... A seis minutos del final, cuando todo parecía ganado, un grito del piloto por la radio decía que el Toyota se había quedado sin potencia. 

Así era. En una recta, donde la velocidad media supera los 320 km/h, el Toyota no daba más de 180 km/h, y gracias. ¡No tengo potencia! ¡No tengo potencia! En Porsche no se lo creían y su piloto en pista recibió la orden de lanzarse a tumba abierta, a todo lo que diera el coche, porque todavía podían ganar. Eso hizo.

El ganador de Le Mans... en el último minuto.

Porsche adelantó a Toyota en el último minuto de las 24 Horas de Le Mans (¡en el último minuto!) y se hizo con su décimo octava victoria en ese circuito. ¡No puede pedirse un final más emocionante! Pero no quisiera ser toyotista, hoy mismo. Pobres japoneses.

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