El pasado ya no existe, lo mataron los relojes. Quedan los recuerdos, llamados por la memoria, que sobrevive como puede, alimentando la caldera de la melancolía. El regreso es también el retorno, pero, como se sabe desde Heráclito, el río ya no es el mismo que fue, una manera como cualquier otra de decir que ya tenemos una edad. Mejor así. Si el río fuera siempre el mismo, sus aguas se estancarían, y es mejor que corran frescas y transparentes.
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