Sir Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes.
¿Qué imagen tienen de Sherlock Holmes? Seguro que lo imaginan con una gorra de dos viseras (una gorra para cazar ciervos, me dicen), una pipa curva, de ésas en las que la cazoleta queda por debajo de la barbilla, y diciendo: Elemental, querido Watson. El padre de estas tres características no es (no únicamente) Arthur Conan Doyle, sino un actor norteamericano llamado William Gillette.
Una de las ilustraciones de Piaget donde Holmes aparece con gorra de dos viseras.
Vayamos por partes. La gorra para cazar ciervos aparece por vez primera en una ilustración de Sidney Paget en El misterio del valle de Boscombe, publicada por The Strand Magazine en 1891. Luego aparecerá más veces, en Estrella de Plata (1893) y en algunas aventuras de El retorno de Sherlock Holmes. Por si no lo sabían, a tenor de las ilustraciones de Piaget, Holmes pierde la gorra luchando contra Moriarty en las cataratas de Reichenbach. Las ilustraciones de Piaget para The Strand Magazine son hoy veneradas y consideradas canónicas por los sherlockholmesianos. En esas ilustraciones, Holmes lleva más cosas en la cabeza. Por ejemplo, sombreros de copa alta, que le quedan muy bien.
Cuando William Gillette llevó a Sherlock Holmes a los escenarios, pensó en un disfraz que lo identificara fácilmente. Pilló una de esas gorras de dos viseras, se la encasquetó en la cabeza y no se la quitó para nada interprentando el papel. A partir de entonces, la gorra de dos viseras es inseparable de Sherlock Holmes.
Gillette haciendo de Holmes y fumando en pipa.
Como puede verse, el gesto no tapa la expresión del rostro.
La pipa. En los relatos y las novelas canónicas de Sherlock Holmes, éste fuma y se da a la cocaína. Beber, no bebe, queriendo decir con ello que no parece darle a la botella con afición, aunque nunca falta un brandy con que obsequiar a las damas que acuden en apuros a su consulta, que el doctor Watson emplea con liberalidad para darles friegas (porque el doctor Watson, ahí donde lo ven, es un pillo). ¿Qué fuma Holmes? Cigarrillos, muchos; cigarros; y fuma en pipa. El autor de sus días no especifica la pipa que emplea Holmes (excepto cuando fuma opio en El hombre del labio torcido) y lo más fácil es suponer una pipa normal y corriente, de boquilla recta.
Pero William Gillette descubrió que, en escena, si sujetaba una pipa normal de tamaño igualmente normal, podía tapar parte de su rostro con la mano. No se lo pensó dos veces y empleó una de esas pipas de gran cazoleta y boquilla curva. Sujetándola, no tapaba su rostro y el artefacto era bien visible desde cualquier punto de la platea. No se separó de la pipa mientras hizo de Holmes y desde entonces hasta ahora, esa pipa que más parece una estufa que un instrumento para fumar se asocia a la figura del detective consultor. La mayor parte de los actores que han interpretado a Holmes (por supuesto, Rathbone, Brett y Livanov) han empleado alguna vez esa pipa (aunque Brett también fumaba cigarrillos y pipas de boquilla recta, con muy buen criterio).
La tercera, la frase Oh, this is elementary, my dear fellow, que suele traducirse como Oh, esto es elemental, querido amigo, aunque suele decirse más a menudo querido Watson, porque la dice Holmes al doctor Watson para no decirle: Pareces tonto. ¿Cómo es que no lo ves? Así, el polvo acumulado en la puntera de un zapato, los arañazos en la tapa de un reloj, el lustre de los puños de la camisa... sirven para señalar que el personaje con quien acaban de tratar es natural de Yorkshire, pasante de abogado, padre de dos niños y una niña, frecuenta la ginebra y está endeudado hasta las orejas por culpa de su afición al mus. Pero (atención) eso nunca lo dijo Holmes a Watson en los relatos y las novelas de Arthur Conan Doyle. Lo dejaba de vuelta y media, naturalmente, llamándole tonto con disimulo, por no haber sabido ver lo evidente, pero nunca le dijo que tal o cual deducción había sido elemental. No con esas palabras.
La primera película en la que habla Sherlock Holmes.
Dirá Elemental, querido Watson, imitando a Gillette.
La frase la inventó (en efecto) William Gillette en sus más de 1.300 representaciones de Sherlock Holmes, subtitulada primero como The Strange Case of Miss Faulkner y luego como A Drama in Four Acts. Gillette la soltaba en escena una vez sí y otra también y se convirtió en marca del personaje. La primera vez que Sherlock Holmes habla en una pantalla de cine, interpretado por Clive Brook para la Paramount, en The Return of Sherlock Holmes (1929) dice esta frase y la tradición teatral se convierte en tradición cinematográfica.
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