Páginas

Nueva sede, viejos vicios


La nueva sede convergente antes de ser convergente.

En 1998, la Convergència de Jordi Pujol padre, que fuera presidente de Banca Catalana y de la Generalidad de Cataluña, compró a Enher (hoy Endesa) su sede en la calle Córcega por 625 millones de pesetas, un precio claramente inferior al precio de mercado de aquel entonces. 

Hubo quien dijo que salió tan barata en agradecimiento por el apoyo de CiU a la Ley del Sector Eléctrico, que salió adelante en tiempos de Aznar y consistió en la liberalización y privatización de las empresas eléctricas y la supresión de su carácter de servicio público. Los gobiernos de Pujol apoyaron con entusiasmo desmedido esa ley, doy fe. Pero todo esto de un favor que se paga con otro favor, claro, no pudo demostrarse (y no interesó demasiado demostrarlo).

Luego viene una larga historia de enredos, comisiones, clientelismo, caciquismo y trapicheo, hasta que esa flamante sede fue requerida como garantía por el juez que instruye el caso Palau de la Música, porque CDC se había forrado a base de bien Millet y comisiones mediante, y eso es tan cierto que da vergüenza dudarlo, digan lo que digan al final los tribunales. El cambio de nombre (todavía no consumado) del partido es consecuencia directa de la porquería que comenzamos a descubrir bajo la alfombra.

Salió en los periódicos que CDC se vendió la sede en 2015 por 3,5 millones de euros, en la que ha seguido un año pagando un alquiler. La vendió a un fondo de inversión de Hong Kong, Platinum, que está comprando edificios a destajo en Barcelona. El juez ha exigido a cambio la garantía de otras propiedades inmobiliarias y CDC sigue con su patrimonio vigilado de cerca por los jueces. Ya no tiene la sede embargada (expresión que les jodía mucho) sino varias sedes embargadas (que, no sé por qué, les parece menos grave).

CDC sigue siendo CDC porque lo de PDC no cuela, al existir varias formaciones políticas con ese nombre o muy parecido en España (una de ellas, presente en la coalición Juntos por el Sí, a la que se apuntó CDC, que también es puntería), pero en su nueva sede, en el número 339 de la calle Provenza (Provença, en catalán), tocando al paseo de Sant Joan, ya se lee en la puerta Hola! en un bocadillo, y parece que quien salude sean las siglas del (todavía no autorizado) PDC. La nueva sede del viejo partido tiene unos 2.000 metros cuadrados de oficinas, un tercio de la superficie que ocupaba la sede anterior. También es verdad que el número de diputados de CDC es un tercio de lo que llegó a ser.

Esa bienvenida en la entrada (Hola!) pretende demostrar que el nuevo partido (que de nuevo sólo tiene el nombre) es ahora transparente y abierto. Pero... ¿lo es?

CDC nunca dijo por cuánto vendió su antigua sede a Platinum. De hecho, sabemos la cantidad porque la Guardia Civil encontró el contrato de compra-venta en la caja fuerte del tesorero Viloca (junto con un montón de papeles de esas cositas del 3%, ya saben). ¿Tan secreto era el precio? El partido (CDC, PDC o como se llame) nunca ha dicho por cuánto dinero vendió la sede. Nunca, repito. Transparencia, para los negligés, no para nosotros, es su lema.

En el 339 de la calle Provenza, sede de la nueva sede, había unas oficinas de la Generalidad de Cataluña. Ahí estuvieron la Dirección General de Comercio y la Dirección General de Energía. Ahora se han instalado los nuevos convergentes. La broma es que todo queda en casa, si se confunde la Administración Pública con el partido. ¿Quién compró ese edificio a la Generalidad de Cataluña y cuánto pagó por él? Si eran oficinas de alquiler, ¿de quién eran? Mucho más interesante sería saber cuánto ha pagado por su nueva sede el viejo partido. Porque nunca lo ha dicho y no quiere decirlo. Tal cual. Es un secreto.

Puede que todo haya sido correcto y no haya nada censurable en estas operaciones inmobiliarias, pero ¡dejémosnos de historias! Con el currículum de los convergentes, uno tiende a desconfiar. Es la pura verdad, ¿no? Si además ponen tantísimo empeño en que nadie sepa cuánto dinero han manejado arriba y abajo en su cambio de sede y quién ha hecho negocio con ello, se suman más razones para la sospecha. ¡No me digan que no! Que nos conocemos de toda la vida. Desde que el señor Pujol desplumó a más de 40.000 accionistas de Banca Catalana hasta la última, la denuncia de OHL por la extorsión a la que se vio sometida por el señor Viloca o el caso de Ingensan (ambas, en 2015, ayer mismo), es un no parar de alegrías tresporcientistas. Si resulta que no han hecho nada y son tan abiertos y tan transparentes, ¿a qué viene tanto secreto? 

En fin, que he hecho unas preguntas, pero ¿alguien conoce las respuestas? Que nos las dé, por favor. Si puede ser, oficialmente.

1 comentario:

  1. El nombre del nuevo partido podría ser "Partido del tresporcientismo".
    Salud

    ResponderEliminar