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Sólo música andaluza


No era el 3%, era Mas, era el 4%.

El juicio del año (de lo que llevamos de año) en Cataluña es la vista oral por el caso Palau, que nos está dejando algunas citas memorables. El señor Montull dejó ir una que era, en sí misma, un titular, y los periódicos se han lanzado a por ella, ¡no podían desperdiciarla! La cantidad era del tres por ciento, pero luego se pasó al cuatro porque Convergencia quería más dinero, dijo. ¡Es frase de portada! Aunque eso no es nuevo. Conocí y traté personalmente a un personaje que, en algunos círculos, era conocido como Míster Fivepercent, y no creo que haga falta añadir otra cosa. Quien no lo vea, es que no lo quiere ver.

Es escandalosa la psicopatía cleptómana del señor Millet, que rapiñaba con todo lo que se le ponía al alcance. Es un caso que me atrevería a considerar clínico. Pero es mucho más escandaloso su papel de comisionista de los convergentes, que sabían quién era. Apenas hemos visto una parte de una tupida red mafiosa y clientelar que hoy todavía subsiste y que, no nos engañemos, sirve para que unos pocos vivan muy bien a costa de todos los demás. No perder el momio es lo que está detrás de la lucha por mantenerse en el poder llamada, torticeramente, prusés.

Pero entre declaración y declaración de esta tropa de sinvergüenzas asoman las orejas del lobo. Me refiero a otra constante detrás de esta clase dirigente, y es muy fea. Hablo de su implícito (incluso explícito) desprecio por los otros. Puede llamarse racismo, pero también clasismo; a veces también hay sexismo; es un anhelo de partido único, de verdad absoluta, de estás conmigo o contra mí, de exclusivismo, elitismo mal entendido, plutocracia; hay miedo, quizá, pero sin duda hay también odio... ¿Podría llamarse fascismo? Puede que no, pero seguro que esta ideología (cerril, fanática) es un componente indispensable del fascismo. Dígase claro y en voz alta: surge en esta tropa lo peor del nacionalismo, en abstracto y en concreto. 

Un personaje con una ideología racista deleznable, el señor Barrera.

Son famosas las manifestaciones del señor y la señora Pujol (e hijos) sobre los inmigrantes: el padre habló de la debilidad mental (sic) de los andaluces; la madre, sobre el disgusto que tuvo cuando la echaron de casa (sic) para poner a un presidente (de la Generalidad) que no era catalán (sic, de nuevo); los hijos, por no querer jugar con unos niños porque hablaban en castellano... Ni les cuento el discurso abiertamente racista del señor don Heribert Barrera, que fuera presidente del Parlamento de Cataluña y de ERC, donde todavía lo tienen en los altares. El tipo está entre lo mejorcito de la ultraderecha europea y recoge la tradición de las camisas pardas de los hermanos Badía: En América, los negros tienen un coeficiente inferior al de los blancos, dijo una vez, para añadir, acto seguido, que se debería esterilizar a los débiles mentales de origen genético; que Haider (un líder de la ultraderecha republicana austríaca) cuando dice que en Austria hay demasiados extranjeros no está haciendo una proclama racista; que antes hay que salvar a Cataluña que a la democracia; que el bilingüismo implica la desaparición de Catalunya como nación... Etcétera. Un no acabar. Me alegra decir que murió cuidado por una inmigrante, sólo y triste.

Lamentablemente, esas cosas y algunas parecidas las piensa mucha gente, porque nunca faltan imbéciles. El último, volviendo al juicio del caso Palau, fue uno de los tesoreros de Convergència, Daniel Osàcar.

El señor Osàcar diciendo ante los micrófonos que él no ha sido, que es todo mentira.

El fiscal interrogó al señor Osàcar y éste, pillado en falta, decía que todo era mentira, pues ¿qué va a decir, si no? Pillado, como dicen en catalán, amb els pixats al ventre, se defendía (patéticamente) como podía. Veremos en qué acaba todo, pero, mientras tanto, recordemos que el fiscal le preguntó qué trabajos hacía la Fundació Trias Fargas (convergente, puesta ahí para recaudar dinero) para el Palau de la Música. La respuesta del señor Osàcar es una pequeña muestra de esta ideología que he descrito.

El señor Osàcar afirmó que el objetivo de los convenios suscritos entre la Fundación Trias Fargas y el Palau de la Música era (cito) difundir la música catalana. Vale. Bien. Nada que objetar. Añadió: En los pueblos gobernados por CDC. Vale... Es decir, cobrar 800.000 euros por llamar por teléfono a un alcalde de tu propio partido, que te debe obediencia, y decirle: Eh, chaval, monta un concierto de música catalana en tu pueblo, ¿vale? Pero lo pagas tú. Genial. Un trabajo así quisiera yo.

No quedó ahí la cosa. Luego añadió (y ahora viene lo bueno, lo que quiero señalar): El objetivo era que en una fiesta de un pueblo no pusieran sólo música andaluza y que no olvidaran la música catalana, la sardana...


Arriba, un concierto de música presuntamente andaluza. Abajo, sardanas.
Observen la afluencia y la tipología del público y saquen sus propias conclusiones.

Que no pusieran sólo música andaluza... Lo dijo dando muestras de fastidio. ¡Música andaluza...! ¡Estando la nostra!



Carteles de conciertos de Fiesta Mayor en pueblos y ciudades catalanas.
Obsérvese la preponderancia de la música andaluza en todos ellos.

¿Tengo que seguir? Ya somos mayorcitos y podemos sacar nuestras propias conclusiones sobre qué piensa el señor Osàcar de la gente que no baila sardanas. El objetivo convergente es, me temo, que la gente se aburra mucho en fiestas... o algo mucho peor.

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