Cuando Bob Dylan ganó hace poco el Premio Nobel de Literatura, se oyeron muchas voces que dijeron que, puestos a premiar a un norteamericano, ¿por qué no a Cormac McCarthy? Porque el señor McCarthy es, no me cabe la menor duda, todo un clásico y uno de los pocos escritores vivos que de verdad merecen un Nobel.
Confesaré (en voz baja) que el estilo que suele emplear McCarthy en sus novelas no me gusta demasiado, hasta me atrevería a decir que me aburre o hastía... especialmente cuando lo emplean otros escritores. Cuando lo emplea McCarthy... ¡Ah, entonces la cosa cambia! ¡Y cómo cambia! Cambia tanto que me basta con una página para quedar embelesado y admirar profundamente el oficio de este autor. ¡Qué bien escribe!
Todos los hermosos caballos se publicó en 1992 y tuvo un éxito inmediato. Se consideró más romántica (permítanme la cursiva) que sus obras anteriores y hasta hicieron una película que no he visto, pero que no quisiera ver. Porque el libro merece la pena de leerse y existe una ley no escrita (que no siempre acierta, pero sí a menudo) que afirma que de un buen libro sólo puede salir una mala película. En verdad, no quisiera verla porque ya he construido un mundo a mi manera de lector y no quisiera verlo en manos ajenas. despanzurrado por necesidades del guión. Es la primera obra de la que han llamado La trilogía de la pradera. Las dos obras siguientes me esperan y ya las leeré. No hay prisa, pero sí que hay muchas ganas de leerlas.
En el libro hay violencia y un ambiente seco, duro, agreste, como la misma prosa que emplea el autor. Sus personajes hablan con frases breves y cortantes, son como el mismo desierto en el que se mueven. Se muestran como son sin grandes explicaciones, profundamente. ¡Qué difícil es eso...! Pero, pese a todo, por encima de todo, asoma una poesía que nos regala con momentos de gran belleza. Nos sorprende dar con ella tanto como nos deslumbra. Es magnífico cómo consigue sacarla de debajo de las piedras. ¡Bravo!
En resumen, por no alargarme, léanla si les gusta leer. Es muy buena.
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