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Los sufridos becarios Michelin


Llega a mis oídos que en los restaurantes de super-lujo, ésos con estrellas Michelin, o tenedores, o no sé qué, abusan de los stagier. Pero ¿qué es un stagier? En cristiano, un aprendiz de cocina. En otros sectores, un stagier es un becario, pero en la alta cocina (y cito) un privilegiado, porque puede aprender de sus grandes majestades, genios y artistas, los jefes de cocina más molones del mundo mundial, los cocineros estrellados por Michelin.

Uno de los platos del mejor restaurante del mundo.
Cuanto menos hay en el plato, más stagiers hay y más se abusa de ellos.

Esos personajes, los supercocineros estrellados, no tienen abuela, son unos divos de mucho cuidado y no les toques un pelo, que se ponen muy faltones. Por eso, cuando alguien ha puesto sobre la mesa que los stagiers que tienen en sus restaurantes suman más de la mitad de su personal y que en algunos casos muy sonados llegan a ser cuatro de cada cinco de sus trabajadores, arrugan las narices. Que un 80% de la plantilla de tu restaurante trabaje 16 horas al día, a toda presión, sin cobrar un duro, soportando tus gritos y tus caprichos de chef de cuisine reconvertido en genio indiscutible es, como poco, una canallada.

Este restaurante sirve esto y tiene al 70% de su plantilla sin cobrar un duro.
Es para no ir (o no volver, si se ha ido).

Pero los cocineros superestrellados insisten en eso del privilegio. Uno dice (cito textualmente): ¿De qué se quejan? ¡Si es un privilegio trabajar para mí! Otro añade que si tuviera que pagar a los stagiers, lo pasaría muy mal e incluso llegaría a perder dinero.

Es notorio y sintomático que cuantas más estrellas tiene un restaurante, cuanto más caro es lo que sirve, más stagiers tiene en su plantilla sin cobrar un duro. Con el cuento infumable de que están aprendiendo a cocinar, hacen de camareros, lavaplatos, pelapatatas y cocineros a destajo, soportan las órdenes de un cretino que se cree Leonardo da Vinci y encima tienen que estar agradecidos.

El selecto club de abusones.
Más de la mitad de los trabajadores de esta gente trabaja gratis.

Un tipo que cobra 700 euros por menú (sic) dice que no podría sobrellevar el coste de tener que pagar a mis veinte stagiers, que bastante hace ya pagando a sus otros ocho trabajadores (un salario de mierda, añado). Si tuvieran que pagar a todos los stagiers, añade otra diva de la cocina, muchos restaurantes con estrellas Michelin tendrían problemas para ser rentables. O tendrían que subir el precio del menú. En vez de pagar 300 euros por un menú-degustación (vino y postre aparte), el público tendría que pagar... ¿400? ¿500? ¡y esto no puede ser! ¡A dónde iremos a parar!, argumentan. Pero ¡bien ganan dinero los restaurantes normales, que pagan (poco o mucho) a todos sus trabajadores! ¿No será que los restaurantes estrellados hacen trampa y compiten deslealmente con los demás? Será.

Dime qué comes y te diré qué eres.
Dime cómo es tu cocina y también te lo diré.

Lo que dice la ley es clarísimo: Un contrato nunca puede superar las ocho horas por jornada, y cuando se supera, hay que compensar por otro lado. Los aprendices (aunque se llamen stagiers) han de estar asociados a convenios con centros de formación y estar asegurados y dados de alta en la Seguridad Social. Qué más quisieran los stagiers. Y qué fácil es abusar del débil cuando se está cerca del poder, ¿verdad? Cuando uno es un intocable.

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