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Tracción animal


Schopenhauer, el filósofo, aparte de venerar a sus caniches, solía lanzar las más duras invectivas a los cocheros que, desde lo alto de sus pescantes, hacían chasquear el látigo. No soportaba ese sonido, decía siempre, y el maltrato hacia los animales enervó al filósofo hasta el fin de sus días y lo empujó a reafirmarse en su sincera opinión sobre la condición humana, que, todo sea dicho, era nefasta.

Una fotografía de El País de una de las calesas pronto prohibidas.

Los carruajes tirados por caballos han desaparecido de las grandes ciudades y en Barcelona quedan un par de calesas (literalmente, dos) que se utilizan para pasear turistas a 40 euros la hora. Al final de las Ramblas se oye, de vez en cuando, el clop, clop, clop de las herraduras de un tiro parsimonioso y funcional, muy alejado del brío y el encanto de los tiros de campeonatos de hípica. En algunas fiestas populares, como Sant Medir o Els Tres Tombs, salen más caballos, asnos, burros y hasta bueyes tirando de carros, carretas y carruajes, que sabe Dios quién guarda y dónde, pero son cosas de un día y no se vuelven a ver. También, y no es broma, se ofrecen entierros en Barcelona donde pasean a uno en un carro tirado por caballos antes de darle sepultura.

No sé si el Ayuntamiento de Barcelona también prohibirá esto.

Pero en verano de 2015 una yegua (se llamaba Neret) sufrió un colapso debido a un golpe de calor, en medio de la calle, y hubo de ser sacrificada ahí mismo, tras dos horas en las que se intentó reanimarla. La Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA) (www.faada.org) organizó una campaña de recogida de firmas para conseguir la prohibición de la tracción de sangre (i.e., tracción animal) en Barcelona. Reunió 60.000 firmas, aproximadamente (desconozco cuántas fueron validadas, la mayoría). Además, una nueva entidad llamada Prou Tracció a Sang (Basta de Tracción de Sangre) se ha sumado al carro con manifestaciones y protestas. 

Éstas y otras personas (humanas) han conseguido que el actual Ayuntamiento de Barcelona haya anunciado que prohibirá las calesas para turistas en junio del año que viene. Ha sido una victoria parcial, porque parece que sólo prohibirá la explotación comercial y lucrativa de las calesas para turistas (o similares) y se mantendrán esas tradiciones populares que decía, contra las que también combaten los animalistas. Pero éstos no se desaniman. Hemos abierto una brecha en esta blindada situación que afecta a caballos en todo el territorio, dicen, ufanos. (Nota: Recuerden que, en Cataluña, el territorio es lo que no es Barcelona y su área metropolitana.)

Se prohíben, pues, los vehículos con tracción animal con fines comerciales y lucrativos... ¡Mentira!

Vehículos de tracción animal con fines lucrativos y comerciales, ¿no?

Tal cual. Mentira. ¿Han oído hablar de los rickshaw? Llámese bicitaxi, que es más fácil de pronunciar y más propio. Son triciclos de alquiler. Suelen ser de tres plazas. Dos van cómodamente sentados y un tercero pedalea y conduce, sea delante o detrás de los viajeros. Los bicitaxis son fáciles de ver en algunas zonas de la ciudad y no son precisamente pocos. El bicitaxista pedalea, sudando a mares, mientras dos gordos turistas (en los bicitaxis, no sé por qué, rara vez son delgados) disfrutan del viaje.

Los bicitaxistas hace ya tiempo que se quejan al Ayuntamiento de Barcelona acerca de sus condiciones laborales y de las multas que reciben, porque insisten en querer circular por toda la ciudad y la Guardia Urbana insiste en multarlos por ello. ¿Son bicicletas o qué son? ¿Pueden ir por zonas peatonales, por el carril bici? Cuidado, porque les va el pan en ello. 

Los bicitaxis, además, lucen publicidad.
Haylos de diferentes modelos y colores, pero todos de tracción humana.

No ayuda que la regulación del sector sea (seamos amables) confusa y que, por ejemplo, la concesión de licencias sea uno de los principales motivos de queja. Se otorgan a empresas que contratan y explotan a bicitaxistas, pero algunas veces se deniegan a bicitaxistas que intentan ir por su cuenta. Uno de los principales motivos de queja es que la normativa sostiene que un vehículo a motor para pasear turistas ha de contar con licencia municipal, pero ellos ¡qué motor ni qué niño muerto! ¡Que van a pedales! (Aunque algunas veces cuentan con ayuda de tracción eléctrica, ojo.)

Como todavía no se ha colapsado ningún bicitaxista en medio de la calle y no se ha tenido que sacrificar ahí mismo para que no sufra, estas quejas de los bicitaxistas caen siempre en saco roto y nadie les hace ni caso. Pero, ahora les hablo desde mi corazón, encuentro humillante esta explotación del bicitaxista. Un carro tirado por caballos no me molesta. Me desagrada el maltrato animal, naturalmente, que conste, pero si las bestias de tiro están bien cuidadas... Pero ver a un bicitaxista me remueve las tripas y considero que el espectáculo de la explotación del hombre por el hombre en una ciudad tan aparentemente moderna como Barcelona es una grandísima obscenidad. 

Y me provoca tanta irritación como desconcierto que se reúnan miles de firmas para evitar que un caballo tire del carro mientras docenas de bicitaxistas se dejan el bofe paseando turistas y nadie se inmute o se escandalice por ello. Es algo que me supera.

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