¡Dejen de ser adultos por unas horas! O séanlo, pero dispuestos a dejarse llevar por un relato lleno de amores verdaderos, grandes aventuras y un tono irónico, iconoclasta, que sigue los cánones más clásicos del género al tiempo que les da la vuelta a todos, uno detrás de otro. El autor, William Goldman, se permite el lujo de cortar por lo sano la acción en el momento más emocionante para entrometerse en extrañas disquisiciones sobre una obra, la del florinés S. Morgenstern, que dice abreviar, o sobre cualquier otro asunto, qué más da. ¿Y saben qué? ¡Que el resultado es magnífico!
Un lector avezado disfrutará con tanta osadía argumental, con la ironía con que cuestiona las convenciones, con sus giros argumentales, su estructura temporal... y es bueno que se interese por ello, y que lo disfrute, pero ¡que no se pierda la emoción del cuento clásico, con piratas temibles, príncipes malvados cortejados por nobles más malvados todavía, bellas doncellas, venganzas pendientes, peligrosos asesinos, lugares tenebrosos llenos de peligros, hazañas increíbles, duelos con espada...! ¡Qué sé yo! Diría que no falta nada.
La película inspirada en esta novela se ha convertido, con el paso del tiempo, en un clásico del género de aventuras. Sus escenas de esgrima están más que conseguidas y la película hace justicia al tono de la novela. Si han visto la película, no se pierdan la novela; si no la han visto, lean la novela y luego vean la película, y ya me dirán.
Una recomendación: hagan caso a los editores. Los editores les recomiendan, con muy buen tino, saltar las dos introducciones del autor e ir directamente al relato. Dejen las introducciones para después. Es un buen consejo.
En suma, felicidades a Ático de los Libros por haber publicado La princesa prometida. Quizá no sea una grandísima obra literaria, si nos ponemos picajosos, pero ¡quiá! ¡Qué bien nos lo pasamos leyéndola! ¡Adelante, pues! Me llamo Íñigo Montoya y tú mataste a mi padre. ¡Prepárate a morir!
Altamente recomendable para todas las edades.
Uno de mis libros predilectos, amigo Luis
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