Los libros sobre el viaje a Italia de sus autores son, en sí mismos, un género literario al que se han apuntado grandes, incluso grandísimos autores. Stendahl es un caso arquetípico, pero también Goethe, y a partir de aquí la lista es un no acabar. Estos días he leído Mi viaje a Italia en Pentecostés de 1912 (podríamos llamarlo Mi viaje a Italia tranquilamente) de Walter Benjamin, el filósofo, que tenía una sensibilidad especial y un buen oficio de escritura. Es un librito curioso, uno de esos caprichos que algunos lectores apreciamos tanto, que publica Abada Editores, traducido por Alfredo Brotons.
El viaje de Walter Benjamin nos remite a otros tiempos y a un grupo de jóvenes que salen a ver mundo y prueban con el norte de Italia. Viven aventuras impresionantes, como estar a punto de perder el tren o dormir en una mala habitación de hotel, subir por un camino de montaña demasiado empinado o perderse buscando dónde exponen La Santa Cena de Leonardo da Vinci. Lo de cualquier turista, vamos, sólo que el turista es Walter Benjamin y su relato nos invita a añorar un tiempo y un lugar que consideramos idílico porque no lo vivimos, sino que lo imaginamos a través de las grandes plumas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario