En lo que a mí respecta, la lectura crítica y profesional se ha convertido en una ayudita a finales de mes, pero ya era mucho antes un vicio. Porque lo de leer, a la que uno se aficiona, tiene bastante de vicio. A la que uno se engancha a un libro, ahí lo tienes, leyendo en el lavabo, en el autobús, en las comidas, hasta se acuesta con el libro, pudiéndose acostar con cualquiera. Los libros se comen el espacio, los dineros, el tiempo, hasta, en casos extremos, las relaciones personales. Sin embargo, y a eso voy, resulta que el vicio de leer tiene beneficios imprevistos.
La prensa se ha hecho eco recientemente de un estudio publicado en la revista Social Science & Medicine, en su volumen 164, páginas 44 a 48. Lo firman Avni Bavishi, Martin D. Slade y Becca R. Levy, del Laboratorio de Epidemiología y Salud Pública de la Escuela Universitaria de Salud Pública de la Universidad de Yale, que no es poca universidad. Pueden acceder al estudio en este enlace:
Se titula A chapter a day: Association of book reading with longevity. Traduzco libremente: Un capítulo al día: La relación entre la lectura de libros y la longevidad. Los autores destacan varias conclusiones. La principal es que existe una correlación del 80% entre leer libros y vivir más años que el vecino (en concreto, hasta 23 meses más). También hay que prestar atención a lo que se lee: si quiere vivir más, mejor lea libros antes que periódicos o revistas. Esta ventaja en la supervivencia del individuo, aseguran los autores, es independiente del sexo (género, dicen ellos), el nivel de rentas, la educación o la salud de cada uno. De hecho, los analfabetos que leen libros (sic) viven más que los que no los leen.
Se estudió una muestra de 3.635 personas y se observó cuántas habían sobrevivido doce años después. Se comprobó que la mortalidad de los lectores era un 20% menor y que, como ya he dicho, mejor les va a quienes leen libros que a quienes leen otras cosas. Si usted lee más de tres horas y media a la semana de libros (eso no es nada) mejora su supervivencia en un 23%; si lee menos que eso, en un 17%. Leyendo más de seis horas de periódicos y revistas a la semana, no mejorará su esperanza de vida más que un poquito. Si no lee nada, tiene probabilidades de morirse antes, punto, pero leer media hora al día es la bomba y dejará atrás, en el cementerio, a todos sus iletrados vecinos.
Todo eso ¿por qué? Porque leer profundamente (sic) hace que pienses más, más concienzudamente y (cito y traduzco a mi aire) el lector explora conexiones con otros conocimientos y experiencias propias, o con aquello que ve en el mundo exterior, y se pregunta sobre aquello que está leyendo. Luego añade: Este proceso cognitivo podría explicar por qué el vocabulario, el raciocinio, la concentración o el pensamiento crítico mejoran al ser expuestos a los libros (y de verdad que dice al ser expuestos a los libros). Añade más: Los libros pueden mejorar la empatía, la percepción social y la inteligencia emocional, que son procesos cognitivos que pueden explicar una mayor tasa de supervivencia. ¡Caramba! Pero eso del vocabulario, el raciocinio y tal, ¿no se sabía de antes?
Los autores del estudio insisten en que la gente cambie sus costumbres, en que lean menos periódicos y vean menos la televisión, pero que lean más libros, porque así vivirán más y podrán leer más libros (sic). También apuntan hacia futuras líneas de investigación: ¿Los beneficios son los mismos si uno lee libros de ensayo, de poesía o narrativa? La mayoría de los lectores (nueve de cada diez) estudiados leían narrativa (novelas, básicamente). Eso deja un amplio y fascinante campo de investigación por delante. ¿El ensayo político acorta o alarga la vida? ¿Es mejor leer sonetos o pareados, para vivir más y mejor?
Sin embargo, el estudio quizá pase por alto otros estudios de los que alguna vez he tenido noticia. Leen más quienes han disfrutado de un mayor nivel de renta en sus años de formación, que son, además, los más sanos. Eso es así porque, de media, tienen una mejor formación, mayor nivel de estudios, mejores trabajos, más ingresos y menos problemas, pueden comprar comida más sana y tienen más tiempo libre para ir al gimnasio, pasear... y leer. Que ser pobre no es sano, eso ya lo sabíamos. Pero si uno lee, quizá se pasen mejor las penurias. ¡De ahí la importancia de las bibliotecas públicas! ¿Para cuándo, oh, líderes patrios, las bibliotecas formarán parte del sistema de Sanidad Pública?
Vayan a la librería más cercana y pillen un libro, ya mismo. Por su bien.
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