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El orden del día



Traducida por Javier Albiñana, Tusquets Editores publica el Premio Goncourt de 2017, El orden del día (L'ordre du jour, en original), de Éric Vuillard, y, sin más rodeos, lo recomiendo con los ojos cerrados. 

Caramba, da mucho en que pensar. No sólo está bien escrito, sino que, además, pone el dedo en la llaga de las miserias que permitieron en su día (y permiten hoy) que el mal llegara al poder, se asentara en él y desplegara su maldad. La pasividad, la aquiescencia, la cortedad de miras, la cobardía, la ilusión (por no decir la fe ciega y acrítica del que prefiere creer que contemplar la realidad), todas esas pequeñeces que permitieron que Hitler y los nazis se asentaran en el poder merecía ser de nuevo señalada. 

Seguro que si ahora menciono la banalidad del mal, expresión acuñada por Hanna Arendt, entraré en un lugar común y muy trillado, pero es sorprendente lo nimio, miserable, pequeño, que es el gesto, la indiferencia, el mirar hacia otro lado, etcétera, que alimenta al monstruo. Vuillard nos lo recuerda de forma magistral. 

No es que mezcle la ficción con el ensayo y la historia, sino que es difícil clasificar el género de El orden del día. No es ni una cosa ni la otra, sino todas a un tiempo. Como la escritura es digna del mejor oficio, el resultado es admirable desde un punto de vista formal y notable desde el punto de vista intelectual (y léase intelectual en el mejor sentido). 

Ya la he recomendado, ¿verdad? No se la pierdan.

2 comentarios:

  1. Excelente novela (?), ¡vive Dios!

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    1. Un interrogante muy bien puesto, porque ¿es una novela? Algo de ficción hay, claro, pero... (Me encantan las obras que no son fáciles de clasificar en uno u otro género.)

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