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Jornada de acción formativa y política


Hace unos días, recibí una propuesta del PSC para acudir a una jornada de acción formativa y política, un nombre muy rimbombante para una serie de charlas y conferencias que, en este caso, darían vueltas alrededor de una propuesta de cambio en la Constitución Española, que apunta hacia un modelo de Estado federal para España y hacia la garantía de algunos derechos políticos y sociales. Ah, vale, me está bien, me dije, porque todo dios habla de eso del federalismo y patatín y patatán y luego, a la hora de la verdad, nadie sabe de qué está hablando o qué quiere decir federal cuando lo dice éste o aquél. Así que me apunté.

El programa original. 
La recién ministra Batet dejó la mesa redonda y se sumó a los discursos de la inauguración. 

Pero entre pedir que le guarden sitio para la jornada y el día mismo de la jornada de acción etcétera todo se puso patas arriba. Ya saben: la sentencia del caso Gürtel, la moción de censura de Pedro Sánchez y, oh, sorpresa, ¡el gobierno de Pedro Sánchez! Así que una de las ponentes, caramba, ya no era diputada, sino ¡ministra! 

Hubo que cambiar un poco el programa, trasladándola a las presentaciones de la jornada de acción etcétera, porque era la parte más (digamos) política y la que estaban esperando todos con muchas ganas. ¡Iba a ser el primer discurso de la ministra de Política Territorial y Función Pública! Con el sarao catalán en mitad de todo y en todas partes, en una jornada etcétera sobre federalismo y tal, ¡imagínense la expectación!

Ahí me tienen, en la tercera fila. Si se fijan un poquito, me verán.

Ajeno (como siempre) a estas preocupaciones mundanas, me aproximé a la sede del partido y lo primero que me llamó la atención fueron los dos cochazos negros propios de un ministro (de una ministra, perdón) en la puerta, y fue pasar adentro y contemplar una muchedumbre de periodistas, cámaras de vídeo y fotográficas, micrófonos, ordenadores portátiles y periodistas de toda clase, sexo, tamaño y condición. Así que luces, cámara, ¡acción!

(Varios amigos y familiares me llamaron para contarme que había salido en televisión, ahí sentado y atento. ¡Vaya!)

Las presentaciones dieron a entender que estaban todos muy contentos con el nuevo gobierno, y no era para menos. Aplaudieron a rabiar a la señora ministra (que supongo, ahora, excelentísima, pero es un suponer). Habló bien, emocionada por el recibimiento, y luego cambió el tono, antes distendido y relajado, cuando se puso a leer en los papeles que traía el discurso, la parte oficial, que sabía que publicarían a los pocos minutos todos los periódicos. Ya no era lo mismo, y se notaba más tenso y menos relajado. Lo normal, en estos casos. No entraré en detalles.

La ministra rodeada de alcachofas, como las llaman.
Detrás, si se fijan bien, verán los dos volúmenes de la Historia torcida de la Filosofía, con el lomo rojo. Hay que aprovechar la menor ocasión para hablar de mi libro, ¿no? 

En la pausa-café, se le echaron los micrófonos encima. Los pastelitos estaban muy ricos (y como todos hablaban de política me pude zampar yo solito unos cuantos) y los cámaras aprovecharon para desmontar toda la parafernalia de la filmación. Cuando se reiniciaron las charlas, prácticamente toda la prensa había desaparecido y entonces empezó la jornada de acción formativa y política con debate y exposición del asunto, etcétera, la parte más interesante y la que no suele aparecer en la prensa, que vive del titular. No es éste el momento ni el lugar de exponer lo que se dijo, porque no era mi intención, pero me pareció muy bien en líneas generales y en muchos de los detalles, también. 

En resumen, fue interesante y aprendí cosas. Aprender es bueno, siempre. Argumentar. Discutir, en el buen sentido. Ahora lo llaman dialogar, que no es lo mismo... ¿Ven cómo me gusta discutir?


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