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Me levanto y me voy


Ya es de todos conocido el espectáculo, lamentable espectáculo, que dimos todos en el Folklife Festival que organiza el Smithsonian en Washington DC. Es éste un festival de las cosas esas del folklore que, cuentan los aficionados, es de los más importantes del mundo. Aunque a mí, qué quieren que les diga, el folklore me parece casi todo un coñazo, por mucho que mis amigos antropólogos disfruten como enanos viendo un baile tribal cualquiera. Yo no le veo la gracia. Soy de ciudad, qué quieren.

La organización pidió una y otra vez, encarecidamente, que los participantes no hablasen de política, porque el festival está pensado para unir a los pueblos y no para echarse los trastos a la cabeza. En esta ocasión, la petición tenía buenas razones para ser hecha: los invitados especiales de este año eran Armenia y Cataluña. Ambos tienen bailes tribales curiosos y pintorescos, por lo que cuentan; pero en Armenia tienen una historia trágica y terrible y en Cataluña hemos tenido el 3%.

La Generalidad de Cataluña se presentó en el festival con (dicen) unos trescientos cincuenta invitados. En la cena que sirvió de recepción al evento se presentaron más de cien, con el presidente Torra a la cabeza de la delegación. La organización quería que fuera un acto alejado de las cámaras y los periodistas, algo privado. Pero la Generalidad de Cataluña invitó a varias docenas de periodistas a la cena, todos de la prensa amarilla.

Habló el representante de Armenia. Breve. Que muy contento de estar ahí, que los bailes curiosos y pintorescos son muy chulos y que sirven para unir a los pueblos del mundo en un fraternal abrazo y esas cosas que suelen decirse en actos así. Comme il faut. 

El personaje pasándose la petición de sus anfitriones por el forro.

Siguió el presidente Torra. Le salió la vena de agitador que lleva dentro. Represión, franquismo, persecución política, exilio, falta de democracia y una exaltación joseantoniana (o de los Badia Bros.) típica del personaje. Acabar la diatriba y ponerse la delegación en pie y cantar el himno a grito pelado fue todo una. En medio de una cena de gala. ¡Menudo numerito!

Por cierto, qué manía tienen de cantar el himno a la primera de cambio. Resulta inquietante.

Todo eso delante de los armenios. Sólo les diré una cosa. Si suman ustedes todos (y digo todos, todos) los catalanes muertos por la represión policial, la persecución política, la Guerra Civil, el terrorismo y la violencia callejera en Cataluña a lo largo de todo el siglo XX (repito, de todo el siglo XX) y lo que llevamos de siglo XXI, y cuenten a las víctimas de cualquier bando o color político, rojos, azules, seguidores de cualquier bandera... Con todos esos muertos no sumamos ni una décima parte de los muertos del primer año del genocidio armenio. ¡Ni una décima parte! Otro tanto puede decirse de los exiliados. ¿Qué pensaría en frío, en privado, el representante de Armenia del discurso del presidente Torra?

Luego habló el embajador español. La Vanguardia publicó su discurso. Es éste:

Firmo ese discurso de la primera a la última palabra. Pero ustedes quizá no, porque no están de acuerdo con lo que dijo. Está bien, es una opción. Hay que ver en qué no están de acuerdo, por qué y razonarlo, por sopesar los argumentos de un lado y del otro, sabiendo que en cualquiera de los dos lados puede haber errores y aciertos. En eso consiste la política. Pero ¿qué otra cosa podría haber dicho el señor embajador? Díganmelo. Dijo lo que tenía que decir, hizo su trabajo. Quizá no guste, pero no podía decir otra cosa.

Se montó el pollo. A mitad del discurso, a grito pelado, el exaltado presidente Torra hizo un me levanto y me voy y se largó de la cena. Él y casi toda la delegación, que viajaba con los gastos pagados. Abuchearon, mientras tanto, al embajador y se mostraron como una tropa de energúmenos ante los selectos invitados del Smithsonian, que no sé qué pensarían. Afuera les esperaba la Agencia Catalana de Noticias (fundada, por cierto, por Puigdemont y hoy agencia oficial de noticias de la Generalidad de Cataluña) y el presidente Torra comenzó a decir que nos han insultado y que esto es intolerable y tal y cual.

(El lado cómico del asunto es que se perdieron la cena. Seguridad no quiso dejarlos volver a entrar, por, cito textualmente, provocar alborotos. Gran parte de la delegación se marchó de vuelta a sus hoteles, pero el presidente Torra pudo volver a entrar, mucho después, porque los del Smithsonian dijeron que bueno, que vale, que entre, pero que se quede calladito y sin postre.)

Estaba todo previsto, me parece a mí. Lo de montar el numerito lo tenían pensado, lo buscaron con ganas. Otra opción: son unos niños mimados que no quieren oír a alguien que no les da la razón. No lo soportan. La primera opción y la segunda son altamente compatibles.

Luego mentiras a porrillo por los medios oficiales. Por ejemplo, los insultos del embajador español (¿qué insultos?), o que el representante de Armenia no quiso saludar al embajador español por ser el representante de un Estado malo, malísimo, opresor y seguidor del lado oscuro, o algo parecido, extremo que tuvo que desmentir la Embajada de Armenia. ¡Claro que se saludaron los embajadores! Ahí están las fotografías.

Resultado. Los armenios tienen un cabreo en el cuerpo que ni te cuento. Los del Smithsonian se cagaron en todo y dudo que nos vuelvan a invitar a nada. De hecho, prohibieron los discursos para el día siguiente, que, esta vez sí, serían delante de la prensa. Se ha visto que los modales y la educación no entran en nuestra diplomacia y ya son muchos los que quieren evitar el numerito en su casa. Nadie publicó nada en la prensa de los EE.UU., si eso buscaban, aunque aquí se vendió como una heroica defensa de la libertad y tal y cual, para consumo de los lectores de la prensa amarilla. Mucho ruido para animar al personal, claro, que es de lo que va este asunto. No hay nada más que una exaltación alimentada una vez y otra y otra.

Un periodista, Guillem Martínez, sostiene que todo esto es el resultado de la selección negativa de líderes en Cataluña. Se pregunta también (y cito textualmente) ¿Qué se puede negociar con un tipo así? 

Es una buena pregunta.

Para más información:
Sobre el genocidio armenio:
Oda a la ratafía del presidente Torra, un discurso típico del ideal joseantoniano de autarquía:
Sobre el Folklife Festival.
El presidente Torra bailando ska en el Folklife Festival:
El presidente Torra bailando danzas aranesas (se le da mejor):
En ambos casos, computen la afluencia de público, la muchedumbre presente en el lugar, el gran éxito de afluencia.
Para comparar, Rajoy echándose un baile en una boda, que era privada, no pública:
Aprovecho la ocasión de esta post-data para preguntar también qué no hubiéramos dicho de Rajoy si en su día hubiera hecho una oda al orujo, como símbolo de nuestros valores patrios y tal y cual. Ecuanimidad. Lo que vale para uno, tendría que valer para el otro. No pido más que eso.

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