Vista aérea del Panteón de Agripa.
La cabecera de El cuaderno de Luis está adornada con una fotografía en blanco y negro que tomé hace años en Roma. El objeto fotografiado es la cúpula del Panteón de Agripa, visto desde dentro, mirando hacia la linterna. El Panteón, esa inmensa y bellísima cúpula, es uno de mis edificios favoritos, uno que siempre me ha cautivado, y quizá un día le dedique una buena entrada en este sitio. Ahora, sin embargo, quisiera hablar de sus orejas de burro.
El Panteón (al que siempre me refiero llamándolo Pantheon, en italiano) es (o era) popularmente conocido en Roma como la Rotonda (o la Rotonna, aquello redondo) y de ahí que la plaza frente al edificio se llama Piazza della Rotonda. Es uno de los edificios más notables de la antigua Roma y la cristiandad pasó muchos años sin saber qué hacer con él.
En 608 dC el papa Bonifacio IV decidió convertirlo en iglesia. ¡Menos mal! Porque, si no, habría sufrido la suerte de la piqueta y hubiera sido derruido. En aquellos tiempos trataban así a los grandes monumentos de Roma, qué le vamos a hacer. Queriendo o sin querer, el Panteón fue el primer templo pagano en el que no se interrumpió el culto (aunque cambiaron los dioses) y el primero en convertirse en iglesia cristiana prácticamente intacto. Pero, así y todo, el Panteón era enorme y Roma se achicaba por momentos. En algún punto de finales de la Edad Media Roma llegó a tener menos de 15.000 habitantes, y eso que durante el Imperio había sobrepasado el millón.
Pero en el siglo XV comenzaron a cambiar las tendencias y después del Cisma de Occidente el papado se puso las pilas. Roma comenzó a crecer y poco a poco se convirtió en un centro de poder terrenal. El Renacimiento hizo renacer (perdonen por la redundancia) el interés por la antigua Roma y se demolieron los edificios medievales que se habían pegado al Panteón, para mostrarlo en toda su magnificencia.
En 1542, Pablo III creó la Congregación de San José de Tierra Santa, que pronto fue más conocido como la Accademia dei Virtuosi al Pantheon (que todavía existe como Academia Pontificia de Bellas Artes y Letras de los Virtuosos del Panteón), formada por los artistas más prestigiosos de Roma (es decir, aquéllos que gozaban del favor del papa). Decoraron algunas capillas del Panteón y enterraron en él a Rafael o a Vignola (el arquitecto que sucedió a Miguel Ángel Buonarroti en la Fábrica de San Pedro).
El Panteón hacia 1600, cuando el Jubileo.
¿Es un campanario eso que asoma en la entrada?
Pero llegó la Contrarreforma y se instaló en el mundo católico una especie de locura censora que pretendía purificar los templos paganos y a alguien se le pasó por la cabeza que algo tendrían que hacer con el Panteón, que, pese a ser iglesia, era el ejemplo más sonado de la grandeza de Roma. Se hicieron exposiciones de cuadros píos bajo las columnas de la entrada (de los Virtuosos, normalmente), pero con eso no había suficiente. Los obeliscos egipcios eran trasladados y cristianizados con una cruz en la punta, pero ¿cómo cristianizar el Panteón? Pues, ¿qué tal unos campanarios?
Grabado del siglo XVIII donde se ven las orejas del asno.
Se levantaron dos campanarios inconfundiblemente barrocos a cada lado del pórtico, horrorosos. Hacen daño a la vista. Aunque puede que no estén de acuerdo conmigo, porque en cuestión de gustos más vale no sentar cátedra, el pueblo de Roma pronto bautizó a la pareja de campanarios las orejas del asno.
Aquí la historia nos priva de información fiable y verificable. No existen fuentes primarias sobre quién ejecutó y levantó esos campanarios. Es decir, no nos ha llegado ni el contrato ni nada parecido que diga Fulano lo hizo y le pagué tanto, Fulano lo diseñó... Sólo documentos que valen como fuentes secundarias. Es decir, que alguien deja dicho que Fulano le dijo que uno le dijo...
Unas fuentes apuntan a que la idea y diseño de los campanarios pudo partir de Maderno (el arquitecto de la Fábrica de San Pedro que modificó la planta y diseñó la fachada de San Pedro en Vaticano) y quizá fuera ejecutada por Borromini; a su favor, la afición que sentía Maderno por poner campanarios a pares en todas las fachadas. Otras fuentes, en cambio, apuntan a Bernini como ejecutor, y popularmente se acepta que fue él, Bernini, el constructor de ambos campanarios.
Dicho esto, en los libros de arte o arquitectura se encuentran partidarios de las orejas del asno levantadas por Bernini y partidarios de las orejas de asno levantadas por Borromini. Es más, no me extrañaría nada que al final no hubieran sido ni el uno ni el otro.
Unas fuentes apuntan a que la idea y diseño de los campanarios pudo partir de Maderno (el arquitecto de la Fábrica de San Pedro que modificó la planta y diseñó la fachada de San Pedro en Vaticano) y quizá fuera ejecutada por Borromini; a su favor, la afición que sentía Maderno por poner campanarios a pares en todas las fachadas. Otras fuentes, en cambio, apuntan a Bernini como ejecutor, y popularmente se acepta que fue él, Bernini, el constructor de ambos campanarios.
Dicho esto, en los libros de arte o arquitectura se encuentran partidarios de las orejas del asno levantadas por Bernini y partidarios de las orejas de asno levantadas por Borromini. Es más, no me extrañaría nada que al final no hubieran sido ni el uno ni el otro.
Lo siguiente parte de un usuario de Twitter con mucho criterio al que sigo asiduamente, @BerniniRocks, que apunta una explicación a un hecho muy conocido, que ahora cuento.
(Ver en https://twitter.com/BerniniRocks).
(Ver en https://twitter.com/BerniniRocks).
Es conocida la inquina y enemistad entre Bernini y Borromini. Cuentan que vivían uno frente al otro y que un día Borromini pintó o esculpió (no lo tengo claro) unas orejas de asno señalando a Bernini. Bernini respondió esculpiendo un falo enorme que apuntaba a Borromini. ¡Imagínense el divertimento del público! Y el mosqueo de las autoridades, con un falo en medio de la calle en la (supuestamente santa) capital del catolicismo, Su Santidad se puso serio y hubo paz forzosa, no sé si me explico. Amonestados ambos, tuvieron que retirar sus insinuaciones de la vía pública.
Pero, a la luz del mote popular que se ganaron los campanarios del Panteón (las orejas de asno), el mensaje de Borromini (un asno orejudo señalando a Bernini) podría ser examinado desde una nueva perspectiva. Como no hay nada seguro al ciento por ciento sobre el autor de los campanarios, queda constancia de la propuesta y que cada uno piense lo que quiera.
Constancia fotográfica del Panteón con orejas de asno (arriba) y desasnado (abajo).
Ciertamente, mejora con el cambio.
En 1893, derribaron los campanarios. Otrosí, desasnaron el Panteón.
Siempre hubiese dicho que fue Borromini quien proyectó la construcción asnal. Ahora, por fortuna, han desaparecido las orejas y voy a dejar a Maderna, Borromini o Bernini tranquilitos.
ResponderEliminarSaludos
Francesc Cornadó
A decir verdad, ya lo he comentado en el texto, quién sabe quién construyó los campanarios. Corren muchas leyendas sobre Bernini y el Panteón. Por ejemplo, que con el bronce de sus puertas se hizo el baldaquino del Vaticano, y no. Se hicieron cañones. Pero ésa es otra historia.
ResponderEliminarQue crees que opinaría el arquitecto Viollet le Duc acerca de de esa demolición, Luis Soravilla?
ResponderEliminarA Viollet le parecería horrendo y seguro que abogaría por su eliminación. Él defendía la "unidad de estilo", la cual debía hacerse de acuerdo a un lugar y a un momento histórico. Esos campaniles están fuera de lugar con la "unidad de estilo" del Panteón romano, barroco frente a arquitectura clásica romana. Quién pondría el grito en el cielo ante tal eliminación seguramente sería Camilo Boito, que defendía el respeto hacia las "superposiciones".
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