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Friquiparís


París no se iba a librar de ésta. La capital con más aire de capital del mundo conocido tiene rincones friquis para dar y repartir. Por simple cuestión de estadística, a tantos millones de habitantes corresponden tantos grados de friquismo.

Uno de los rincones (ya legendarios) del friquismo está tocando al puente de Alma. Alma fue una batalla de la Guerra de Crimea, a mediados del siglo XIX. Es decir, el nombre nada tiene que ver con las cosas del espíritu, como algunos creen. Aunque, por lo que parece, sí que se relaciona con la prensa del corazón.

Llegando al puente de Alma, la calzada por donde circulan los automóviles paralelamente al Sena ya tiene varios carriles y se ha convertido en una especie de pequeña autopista. Entonces se adentra en las profundidades de la tierra, para mantener la (relativa) tranquilidad del tráfico rodado en superficie. Sobre la entrada de ese túnel se exhibe, a tamaño real, una reproducción de la Llama de la Libertad, la que lleva en su antorcha la Estatua de la Libertad de Nueva York (regalo de Francia a los americanos). Esa escultura es ¡atención! uno de los rincones más friquis de París.

Porque resulta que en ese túnel que discurre por debajo se mató Diana de Gales (más conocida como Lady Di) con su amante porque su automóvil, que circulaba a no sé cuántos kilómetros por hora, tuvo un mal momento y se comió una de las columnas del paso de vehículos. Como no pueden permitirse convertir esa columna en un objeto de santa y friqui veneración por culpa del tráfico, la Llama de la Libertad se ha convertido en un improvisado altar en honor de la difunta, al que acuden gentes de todo el mundo a sacarse fotos, dejar flores y letreros que dicen que te echamos mucho de menos y te queremos mucho.


Tropecé con el rincón de casualidad y sin querer y tardé en descubrir qué era, porque una muchedumbre de turistas japonesas insistía en apretujarse alrededor del altar friqui.

Dejo este punto geográfico a un lado y me centro, cómo no, en las tiendas de souvenirs, que son el más seguro refugio de los regalos más friquis, kitsch u horteras que puedan imaginar. Como dijo ese tipo en una película, ¡he visto cosas que no creerías!



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