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La batalla de los puentes



Antony Beevor se ha hecho famoso relatando algunas de las batallas de la Segunda Guerra Mundial con esmerado rigor, una amplia documentación y una manera de narrar que invita a seguir leyendo. Añade a estas habilidades otras, como no descuidar el sufrimiento de la población civil que vivió atrapada en estas batallas o incidir en los aspectos más humanos de los combatientes. Se narran escenas heroicas, como no, por supuesto, pero también algunas otras relacionadas con el miedo, la maldad, la desesperación... He leído su relato de las batallas de Stalingrado y de Berlín, que recomiendo vivamente, y ahora he leído su relato de la operación Market-Garden.

La batalla por los puentes es el título que Ed. Crítica ha escogido para un libro que, en su versión original, se titulaba Arnhem y se subtitulaba (claro) La batalla por los puentes. Es así porque gran parte de la narración se centra en la suerte de la 1.ª División Aerotransportada británica, los Red Devils, los paracaidistas que (parafraseando el título de la obra de Cornelius Ryan) fueron arrojados sobre un puente lejano. 

La operación Market-Garden sigue levantando grandes polémicas. En parte, porque fue una apuesta personal del mariscal Montgomery, lo más parecido a una caprichosa diva entre los generales aliados. Muchos defienden la apuesta de Monty con uñas y dientes, pero muchos otros señalan que acabó en un trágico fiasco.

Montgomery era un general con grandes dotes para la planificación y la preparación de una ofensiva, sistemático, metódico. Hay quien señala que estaba un poco falto de imaginación y señala la de veces que se le escapó Rommel de entre los dedos en el Norte de África. Pero también debe señalarse que la victoria de El Alamein es plenamente suya y que Rommel nunca se sintió cómodo peleando contra Montgomery. En la ofensiva para cruzar el alto Rin que planeó en diez días, poco más o menos, el mariscal Montgomery hizo todo lo que nunca había hecho: apostó por un plan muy audaz e imaginativo, podría decirse que improvisó su planificación y desarrollo, se lo jugó todo a una carta... y perdió.

Que perdió es la tesis de Beevor. El plan de Montgomery consistía en abrir una tremenda brecha en las líneas alemanas en Holanda cruzando varios ríos cuyos puentes habrían sido tomados previamente por tres divisiones aerotransportadas. Creyendo que las formaciones enemigas estaban muy debilitadas y en descomposición, se abriría paso como un cuchillo caliente en una barra de mantequilla un cuerpo de ejército blindado y motorizado. El último puente, el de Arnhem, cruzaba el Rin y podría abrir el paso hacia el norte de Alemania.

Lanzamiento de paracaidistas en una de las zonas de aterrizaje.
Abajo, a la izquierda, los restos de algunos planeadores.

Dice mucho de la capacidad aliada que fuera capaz de lanzar tres divisiones tras las líneas enemigas con tan poco tiempo para prepararse, en la mayor operación aerotransportada de la historia, hasta ahora. Pero dice mucho de la improvisación y la falta de cuidado que las zonas de aterrizaje estuvieran tan expuestas y alejadas de los puentes, que las radios no funcionaran correctamente, que se aterrizara justo encima de los restos de dos divisiones blindadas de las SS. Dice mucho de la capacidad de los alemanes que pudieran improvisar una defensa tan feroz y reunir los refuerzos necesarios en tan poco tiempo y en el lugar preciso, entre los que incluir batallones de carros pesados, por ejemplo.

El ataque fracasó y los paracaidistas británicos se cubrieron de gloria, que es tanto como decir que sufrieron lo indecible y un número de bajas desproporcionado. 

Beevor sostiene que la derrota estaba cantada de antemano, por la falta de realismo y previsión de Montgomery y sus oficiales de alto rango. Es una tesis que muchos firmarían con gusto.

Pero yendo al libro, es estupendo. Poco más puedo decir, excepto que lo lean.


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