Regreso a Sitges, como cada año, por la Fiesta Mayor. Una fiesta que es, recordemos, en honor del santo patrón de la población, San Bartolomé, o Bartolo, para los amigos.
Bartolo pasa la mayor parte del año más aburrido que una ostra, esperando a que le saquen a pasear o le pidan que interceda ante el Jefe por uno u otro favor. En los tiempos que corren, trabajo de intercesión tiene realmente poco, pero el Gran Paseo de la Fiesta Mayor no se lo quita nadie, ¡nadie!
Bartolo de veintiún botones, listo para la excursión.
El día 23 de agosto, por la tarde, se disponen todos los bailes y las pólvoras para desfilar por la población, con el objetivo de ir a buscar a Bartolo para llevárselo de parranda. Los indígenas suburenses han dejado al santo en una especie de altar tirando a cursi, adornado con flores, motivos folclóricos y una fuente con chorrito a sus pies, un ingenio hidráulico de mucho mérito.
Un pastorcillo adolescente recitando, a grito pelado, una loa a San Bartolomé.
El público indígena coreará los vivas al final del discurso.
Recordemos que el origen es una festividad católica y baile más católico que la moixiganga no hay. Representa los diferentes pasos de la Pasión del Cristo que, en esta fotografía, es el señor con barbas, arriba del todo, con un velón en cada mano. Es el baile de tradición más antigua de todos, pues se conoce que llegó a Cataluña hacia el siglo XVIII.
Así adornado es objeto de la reverencia y homenaje de todos los cuerpos de baile del desfile procesal. Las bestias y los diablos no quemarán pólvoras en la proximidad de Bartolo en señal de respeto, y algunos bailes hacen el numerito de subir a un niño o una niña que, haciendo las veces de un ángel, recitará un verso en honor del santo, que suele acabar con un ¡Viva San Bartolomé! y un ¡Viva la Fiesta Mayor! Los indígenas corean los vivas y los vítores con gran emoción y así van pasando los bailes, uno tras otro.
Esperan cerca del santo los pendoneros y los porteadores. Porque serán sus compañeros de parranda y porque su momento de máxima emoción y protagonismo está al llegar. En efecto, tan pronto ha desfilado todo el mundo a rendir homenaje a Bartolo, llega el momento de sacar las angarillas para llevárselo a dar una vuelta.
La fotografía no hace justicia a la emoción de los indígenas.
Bartolo asoma a la calle y es recibido con vítores y aplausos.
Nunca había presenciado este justo momento hasta ahora. Uno de los indígenas elegidos tiene el grandísimo honor de tomar a Bartolo por debajo de los sobacos y llevárselo en volandas. Al salir a la calle, lo alza por encima de su cabeza y el público celebra la aparición con vivas a San Bartolomé, aplausos y lágrimas.
¡Vamos de Fiesta Mayor, Bartolo!
Instalado sobre las angarillas, seguido por la banda municipal, que va tocando pasodobles (música de Fiesta Mayor por antonomasia), Bartolo sale por fin de su encierro y será llevado en angarillas hasta la parroquia, en la Punta, donde llegará después de anochecer, con repique de campanas y demás parafernalia.
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