Estaba escribiendo un artículo para un periódico y me salió un cuento. Lo aparqué, porque no me pedían un cuento, sino un artículo, pero no lo borré. Le he dado algunas vueltas y al final he pensado que mejor lo dejo aquí. Un artículo que no fue, un cuento de Reyes con algo de retraso. Sírvanse ustedes mismos.
* * *
La visita del paje de SS.MM.
por Luis Soravilla
Amaneció el día de Reyes y corrí al comedor, para montar el tren eléctrico que había pedido. ¿Y qué creen que encontré? Una ingente cantidad de caca de camello en medio de la habitación. No me lo pensé dos veces y envié una reclamación a SS.MM. los Reyes de Oriente. Fue echar la carta al buzón, regresar a casa, ponerme las zapatillas y llamar a la puerta. Era un tipo anodino, con corbata, que me presentó una tarjeta que decía: «Wilhelm Page, Assistant Delivery Manager, Melcior, Kaspar und Balthasar GmbH, Oasis of Kimera, East». «¡Caramba, un paje!», exclamé. «Creo que ha hecho usted una reclamación, ¿no es cierto?», me preguntó el paje Page, directo al grano. Le hice pasar al salón, le enseñé la montaña de estiércol y protesté, porque se suponía que eso iba a ser un tren eléctrico.
El paje Page ni se inmutó. «Comprendo su estupor, caballero, pero comprenderá que no hemos podido traerle el carbón que se merece», me explicó. «Como usted sabrá, los munícipes de la Ciudad Condal están a punto de declarar la emergencia climática y si se enteran de que estamos repartiendo carbón, se nos cae el pelo. No se andan con chiquitas. No sé si sabe que la grúa se llevó el trineo de Santa Claus por no tener la etiqueta energética, y todo porque los renos se tiran pedos. ¡Imagínese si nos pillan repartiendo carbón!». «¿Y los camellos no se tiran pedos?», pregunté. «Son camellos híbridos enchufables», argumentó el paje Page, y no insistí.
Estuvimos hablando un rato mientras rellenaba el formulario de reclamaciones. Hablamos de los regalos que había pedido la gente a SS.MM. Unos habían pedido un gobierno y otros, otro, y el paje Page me explicó que la política de SS.MM. es no meterse en política desde que confiaron en Herodes y luego ya ven la que organizó. Así que si unos pedían la bufanda amarilla, amarilla la bufanda, y si roja, roja. «Yo una vez pedí una a cuadros», apunté.
Firmé los papeles y lo despedí en la puerta mientras oía las voces de los niños de mis vecinas de enfrente. «¡Un tren eléctrico! ¡Un tren eléctrico! ¡Nos han traído un tren eléctrico!», gritaban, ebrios de alegría. El paje Page y un servidor nos cruzamos las miradas. Sin decir ni mu, ni falta que hacía, me entregó la hoja de reclamaciones, que hice trizas ahí mismo. «Que pase usted un buen día», se despidió.
¿Un camello le trajo mier**? Los malos humos de María también contaminan ;) Slds.
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