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Lo que he visto estos días


En primer lugar, tienen que considerar que lo que yo haya visto o vivido es irrelevante en relación al conjunto. Quiero decir que es un dato en medio de una estadística. Aunque el dato en sí sea interesante, no tenemos que perder de vista que puede ser una excepción o parte de la norma, no sé si me explico. De todos modos, creo que ilustra bastante bien algunas de las cosas que han ocurrido y siguen ocurriendo en relación con la epidemia que nos ha caído encima.

Tengo un trabajo de media jornada que me permite poder trabajar en lo que de verdad me gusta. No hará falta que les jure que el trabajo de leer y escribir no da para mucho; además, es irregular y estacional; pero es el que se me da mejor. Así que un trabajo que me permite un fijo al mes, suficiente para ir tirando, y que me permite trabajar de lo otro, es un regalo. Trabajo para poder trabajar.

Trabajo, ya lo he dicho, a media jornada en una fundación que ejerce la tutela judicial de ancianos que no pueden valerse por sí mismos. Me encargo de muchas tareas administrativas relacionadas con la gestión de sus bienes, por ejemplo, pero quince días al mes me encargo del servicio de urgencias. Esos días voy con un teléfono a todas partes y si un anciano es ingresado en un hospital por la razón que sea tengo que organizar su acompañamiento, avisar a sus familiares, preguntar a los médicos, etcétera. También pueden avisarme en caso de defunción de alguna de las personas tuteladas. Entonces tengo que encargarme de su entierro en vez de su acompañamiento.

Como habrán podido imaginar, estos días han sido moviditos.

Los números por delante. En diez días perdimos al diez por ciento de las personas tuteladas por nuestra fundación, todas de la provincia de Barcelona. A ojo, dos terceras partes, si no más, de las residencias en las que viven han tenido o tienen casos de covid-19 entre los residentes. En una de ellas habían fallecido una docena de residentes hace una semana; en otra, seis; en la de más allá, tres... En fin, un no parar. Y lo que no sabemos.

Me quedó grabada la conversación con un médico a cargo de una residencia. No tenían habitaciones libres para aislar a los casos sospechosos, y eran sospechosos porque no tenían (ni esperaban) las pruebas que podrían confirmarlo. Tenían que aislar a los ancianos en habitaciones dobles, con una cortina entre ambos pacientes como única medida. No les llegaba ni material ni ayuda ni personal del exterior, ni siquiera indicaciones sobre cómo comportarse ante la epidemia. Los teléfonos de contacto con la Generalidad no respondían. Etcétera. El hombre estaba desesperado, porque se le escapaba todo de las manos.

Los que están al pie del cañón se comportan de modo ejemplar: médicos, enfermeras, empleados de pompas fúnebres... Pero el caos es notable en la organización o, mejor dicho, desorganización, de las consejerías encargadas de la salud y los asuntos sociales. Lo que es peor es que, además, sea más importante para muchos marcar distancias con el resto del país y defender la bandera (propia) que no coordinarse y actuar unidos cuando la necesidad aprieta. Lo que están haciendo con las residencias no tiene nombre, como no lo tiene lo que antes hicieron con la sanidad pública.

¿Creen que esto les pasará factura? Lamentablemente, creo que no.

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