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Visita al barbero



¡Por fin he podido ponerme en manos del barbero! Con cita previa, porque así lo mandan las autoridades en tiempos de confinamiento. Cada uno tiene sus manías, y una de las mías es que me siento incómodo con el cabello largo, y no me hace falta mucho para considerar que lo llevo largo.

Echen las cuentas. Llevaba dos meses, más las semanas anteriores al confinamiento, criando pelo. Comenzaba a obsesionarme. Si llego a tener una de esas máquinas de esquilar que venden por ahí, creo que cometo un estropicio. Suerte que las autoridades han manifestado su benevolencia y han abierto la veda para acudir al barbero de toda la vida. Con precauciones y citas previas, eso sí, y sin las viejas revistas de automóviles llenas de pelo que uno ojea para distraerse. 

Pero, a fin de cuentas, misión cumplida. Han despejado mi cocorota. La poda ha sido abundante, también lo digo.


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