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Archivos secretos de Sherlock Holmes


Todo el mundo sabe (o debería saber) que el éxito de los relatos de Sherlock Holmes fue arrollador y que pilló por sorpresa al mismísimo autor de sus días, Arthur Conan Doyle. De hecho, a él le hubiera gustado ser recordado por sus obras de novela histórica, pero todo el mundo pedía más y más Sherlock Holmes. Al final, aborreció del personaje, creó un enemigo a su medida, Moriarty, y precipitó a ambos por las cataratas de Reichenbach abajo, para (eso pretendía) no volverlos a ver.

Pero... Estas historias tienen siempre un pero. El público se indignó, quería más Holmes, no quería verlo muerto. Se armó la de Dios y el señor Doyle tuvo que resucitar al detective consultor. 

Hasta aquí, la historia de todos conocida, de los ochenta y tantos relatos y cinco novelas canónicas que publicó el Strand Magazine con las aventuras de Sherlock Holmes y su querido amigo el doctor Watson. Pero al personaje le ocurrió lo mismo que le ocurrió al del Quijote (a quien, por cierto, nos recuerda): le salieron imitadores. En las aventuras de un ladrón francés de alto copete, Arsenio Lupin, aparece Herlock Sholmes (sic), que nunca podrá atrapar al héroe (porque un francés no toleraría ser atrapado por un sabueso británico). Y en Alemania...

Archivos secretos de Sherlock Holmes, editado por Funambulista bajo la batuta de David Felipe Arranz, publica cuatro relatos de entre muchísimos más que tuvieron tanto éxito en Alemania. Pura literatura popular, con autores anónimos que cobraban a tanto la palabra, se publicaron docenas y docenas de aventuras por entregas del genial detective. Esta vez, el doctor Watson se quedó disfrutando de su matrimonio (de alguno de ellos) mientras era sustituido por un joven aprendiz de detective, Harry. Las historias son melodramáticas, efectistas y simples, pero, por eso mismo, por su carácter eminentemente popular, tienen un punto de interés que hará las delicias de los aficionados.

Para entendernos, se parecen a las películas de Basil Rathbone más que a la serie de Jeremy Brett.

Al parecer, el señor Doyle tuvo noticia de esta publicación popular... y no hizo nada para impedirla. Quizá fuera consciente de que el personaje ya se le había ido de las manos.

Una delicia para los amantes del detective.

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