Interpretación de Rubens de la batalla de Anghiari, de Leonardo da Vinci.
Actualmente, este boceto se conserva en el Museo del Louvre.
Corría, y todavía corre, por los libros de historia o de historia del Arte, y en el imaginario popular, el duelo pictórico que tuvo lugar en el palazzo della Signoria de Florencia. Imagínense el espectáculo: a un lado, trabajaba Leonardo y al otro, Miguel Ángel. Ni uno ni otro acabaron la obra; los dos abandonaron Florencia poco después. De esos frescos sólo quedaban bocetos y poco más. Años después, los florentinos contrataron a Giorgio Vasari para que pintara
La batalla de Scannagallo, y eso hizo, en 1563, tapando lo que hubiera antes en aquella pared.
Una señora pared, un señor fresco, de siete metros de alto por diecisiete de largo, que, ay, ¿no estaría ocultando una obra del genial Leonardo?
La última vez que estuve en Florencia, a los pies de esa pared estaba el gran aparato que Maurizio Serracini había instalado para dar con los restos de la pintura de Leonardo da Vinci bajo la de Vasari, gracias a una técnica innovadora que, eso decía, iba a revolucionar la historia de la pintura occidental. Lo cierto es que Serracini apenas descubrió unas muestras de pigmento negro que no llevaban a ninguna parte y desperto en los historiadores del Arte una grave urticaria, porque Serracini se rendía ante el espectáculo e ignoraba un tanto el buen trabajo académico.
Todo esto viene a cuento porque hace unos días, una semana, más o menos, se ha presentado en el salón del fresco de Vasari un documentadísimo y exhaustivo trabajo académico que viene a demostrar que, ay, Leonardo nunca llegó a pintar ese fresco que dicen que pintó. La obra que afirma tal cosa se titula (traduzco) El Gran Salón del Palazzo Vecchio y la Batalla de Anghiari de Leonardo da Vinci; estudios y documentos, y ocupa cientos de páginas que dejan poco lugar a la duda.
Sí, nos hubiera gustado mucho que la leyenda fuera cierta, que hubiera un fresco de gran formato de Leonardo justo ahí, escondido a la vista de todo el mundo... pero parece ser que Leonardo nunca llegó a pintar tal fresco. Le encargaron la obra, trabajó en su concepción, hizo bocetos y más bocetos y, eso afirman los estudiosos, llegó a hacer los cartones que luego se emplearían para pintar el fresco. De ahí que pintores como Rubens pudieran dibujar bocetos de la obra de Leonardo. La lástima es que esos cartones o dibujos de gran formato se han perdido, pero los estudiosos están seguros de que Leonardo no llegó a pintar en ese muro.
La ciencia ha ganado una batalla y ha aclarado un punto de la historia del Arte que guardaba un misterio. Hay consenso entre los historiadores y la documentación aportada dice lo que dice, pero, ay, qué quieren que les diga, el misterio y la leyenda tenían su encanto y su poesía. Ojo, que hemos salido ganando, porque, como bien dijo uno de los caballeros que presentó las conclusiones del estudio, la ignorancia genera monstruos.
Bienvenida sea, pues, la ciencia y guardemos la leyenda para los cuentos.