Aunque el crimen es eso, un crimen, algunos crímenes merecen una atención especial y a veces, un aplauso. No aplaudo el delito, pero uno siente admiración (quizá envidia) por el tipo que la madrugada de ayer entró en el Museo de Arte Moderno de la Villa de París. Como Pedro por su casa, se coló por un ventanal, cruzó medio museo, descolgó cinco grandes cuadros (Picasso, Braque, Modigliani...), se los llevó afuera, separó las telas de los marcos con un cúter y se marchó por donde había venido, así, sin más. Un robo simple, bello. Quinientos millones de euros en un pispás. Sólo falta que investigue el caso el inspector Clouseau.
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