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Benito y las matemáticas


El papa de Roma vendrá a Barcelona. Una de sus intenciones es bendecir el templo (inacabado) de la Sagrada Familia y concederle el rango de basílica. Lástima que no quiera bendecir el pabellón Barcelona, de Mies van der Rohe, ya puestos, pero el Vaticano se lleva bien con el kitsch. Pero no es el asunto de la bendición el que me preocupa, sino el de las muchedumbres. Porque la Ciudad del Vaticano quiere que las visitas del Obispo de Roma sean multitudinarias. Si el Santo Padre no congrega una muchedumbre, mal asunto.

En Barcelona, el problema tiene su enjundia. Por un lado, los barceloneses suman un millón de manifestantes a la primera de cambio, así de fácil. La Guardia Urbana asegura que cada vez que los barceloneses llenan el Paseo de Gràcia suman un millón de personas, y esta cifra se ha alcanzado estos últimos años no una, sino una docena de veces, a decir de las autoridades. A la prensa me remito, que comulga con ruedas de molino, y perdón por el símil. Por lo tanto, cualquier visita del papa que no sume un millón de personas vitoreándole...

Además, Barcelona tiene fama de ser una ciudad pagana y descreída. Cuanto menos, anticlerical. Leyendo los libros de historia se aprecia que los catalanes en general y los barceloneses en particular tienen dos grandes pasiones: quemar iglesias y conventos y ver una buena corrida de toros. Como acaban de prohibir los toros... En fin, que la diplomacia vaticana aprecia un riesgo de fracaso en la visita y ha solicitado que el recorrido del papa entre la sede del arzobispado y el templo de la Sagrada Familia transcurra por calles estrechas. Se argumenta que en una calle estrecha la gente parece más numerosa que en una amplia avenida. Así, un recorrido por calles estrechas suma más fácil el millón de personas que quiere el Vaticano, siempre que las cuentas las haga la Guardia Urbana. Se han salido con la suya y el papamóvil recorrerá la calle Diputació en vez de la Gran Vía.

El problema de verdad se da en la misa de la Sagrada Familia. Sólo podrán asistir a la misa personas invitadas por la Iglesia. Serán cuarenta mil las invitaciones que ya se reparten en las parroquias. Pero ¿cuánto ocupan cuarenta mil personas? No pensemos como la Guardia Urbana, seamos serios: ¿cuánto ocupan? Porque tendrán que cortarse las calles y acordonarse convenientemente. Pues ocupan, aproximadamente, la superficie de las calles que rodean a ocho manzanas o islas del Ensanche, que es el espacio que al final se ha reservado para los fieles, que tendrán que apretujarse. Si tal es así, en el Paseo de Gràcia sólo pueden caber sesenta y cinco mil personas; aplíquese la regla de tres.

Por eso se ha llevado tan callandito esta parte de la negociación. Así, cuando toque hacer cuentas, los cuarenta mil fieles sumarán más de seiscientos mil en el cómputo que aplica la Guardia Urbana a las grandes manifestaciones. Si seiscientos mil van a misa y el papamóvil recorre calles estrechas, fácil sumaremos el millón de personas y todos contentos. Amén.

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