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El chaval de la grúa


Lamentablemente, no conservo la referencia, sólo la memoria de la entrevista. En un programa de radio, hablaban de naderías hasta que telefoneó el chaval de la grúa para quejarse. Tenía toda la razón del mundo. El buen hombre manejaba la grúa más alta de las obras del templo de la Sagrada Familia, y se enorgullecía de ello. A fin de cuentas, pocas personas manejan grúas tan altas en una obra tan importante en España. Pero, he ahí su queja, las grúas del templo desaparecían todas en las postales que se venden a los turistas. Uno compra una postal de la Sagrada Familia y ¿dónde está la grúa? ¿Qué se ha hecho de ella? ¡Ha desaparecido! La censura de la realidad ofendía profundamente su orgullo obrero. Él manejaba cada día una de esas prodigiosas máquinas y la sociedad ¿cómo premiaba su esfuerzo? Como una víctima de las enciclopedias soviéticas, su grúa era eliminada de las fotografías, sistemáticamente, y su labor era públicamente menospreciada.

¡Cuánta simpatía me despertó este indignado personaje! La cabina se alza a más de cien metros del suelo, una barbaridad. Imagínense trepar hasta ahí arriba en una escalerita metálica, cada mañana. Qué valor. Una vez arriba, si te entra pis, ¿qué haces? Ésta y muchas otras preguntas quedaron sin responder en la entrevista, pero supe que ese hombre tenía motivos de sobra para sentirse orgulloso, y razones para sentirse ofendido.

Me he acordado de este hombre y de sus compañeros al ver las postales con el retrato del papa Benito y el templo de la Sagrada Familia. Las grúas... no están. No se ven por ninguna parte. El arzobispado las ha suprimido en sus letreros de propaganda y los editores de postales, también. Lástima, porque yo no se ver el templo sin grúas y el día que de verdad las quiten ¿quién se acordará de ellas?
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La imagen es de Triangle Postals, no mía.

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