Wilhelm Furtwängler (1886-1954) fue uno de los mejores directores de orquesta, si no el mejor, del siglo XX. Su carrera musical es apabullante, y nadie lo diría viendo a un personaje que parecía tan poquita cosa. No hay otro como Furtwängler interpretando a Beethoven, Brahms, Bruckner o Wagner, a decir de los expertos, y verlo tan modosito, tan contenido, haciendo estallar las fuerzas de la naturaleza (son sus palabras) es una imagen desconcertante.
Pero Furtwängler tuvo que interpretar a su querido Beethoven en la Alemania nacionalsocialista, y esta cruz amargó para siempre la carrera de Wilhelm. Se conserva una película de Furtwängler limpiándose con un pañuelo después de haberle dado la mano al ministro de Propaganda y Cultura Poular, Joseph Goebbels, y quizá eso resume su postura moral. Fue despedido de la Filarmónica de Berlín en 1934 por interpretar a Hindemith (considerado decadente y degenerado por los nazis) y Toscanini lo recomendó entonces para dirigir la New York Philharmonic Orchestra. ¿Furtwängler en los Estados Unidos? Goering en persona intervino en este asunto y Goebbels se dejó convencer para perdonar a Furtwängler, que al final se quedó en Alemania. Pero ese desplante a los neoyorquinos hizo que corriera en los Estados Unidos la leyenda de un Furtwängler nazi, leyenda de la que jamás se ha librado. En su biografía consta que ayudó a escapar de Alemania a varios músicos judíos (entre ellos, Arnold Schönberg). Nunca se afilió al NSDAP, jamás saludó con el brazo en alto, nunca comenzó los conciertos con el himno alemán. Pero participó en muchos conciertos en beneficio de los nazis y éstos le otorgaron cargos y títulos de importancia. Su relación con el nacionalsocialismo está llena de claroscuros y es moralmente compleja.
Algunos músicos judíos se negaron a tocar con él después de la guerra, mientras otros lo defendieron con uñas y dientes. Yehudi Menuhin comenzó siendo de los primeros y acabó siendo de los segundos. El otro gran director del siglo XX, Toscanini (¡tan diferente en todo a Furtwängler!), siempre defendió al alemán y lo consideró como un gran músico y una gran persona. Tantos años después, el debate sigue abierto. Si tienen tiempo, lean lo que se dice aquí sobre este asunto, que es muy interesante, y juzguen ustedes mismos.
Furtwängler fue juzgado para establecer si había colaborado con los nazis en 1945. En este proceso de normalización, este personaje en apariencia tímido e insignificante, que gastaba pocas palabras, justificó así haberse quedado en Alemania: No podía dejar a Beethoven en manos de esos bárbaros. Luego añadió, respondiendo a las críticas de Thomas Mann: ¿No comprende [Mann] que el pueblo nunca había necesitado tanto como entonces escuchar a Beethoven y percibir su mensaje de amor y libertad, justo cuando vivía bajo el terror de Himmler?
En la película, Furtwängler dirige a la Filarmónica de Berlín en el final de la Novena Sinfonía de Beethoven, en marzo de 1942. El concierto celebra el cumpleaños de Adolf Hitler y la grabación proviene de un noticiario de la época. Los nazis en su cénit. Si les duele la vista, cierren los ojos y quédense con Beethoven.
Pero Furtwängler tuvo que interpretar a su querido Beethoven en la Alemania nacionalsocialista, y esta cruz amargó para siempre la carrera de Wilhelm. Se conserva una película de Furtwängler limpiándose con un pañuelo después de haberle dado la mano al ministro de Propaganda y Cultura Poular, Joseph Goebbels, y quizá eso resume su postura moral. Fue despedido de la Filarmónica de Berlín en 1934 por interpretar a Hindemith (considerado decadente y degenerado por los nazis) y Toscanini lo recomendó entonces para dirigir la New York Philharmonic Orchestra. ¿Furtwängler en los Estados Unidos? Goering en persona intervino en este asunto y Goebbels se dejó convencer para perdonar a Furtwängler, que al final se quedó en Alemania. Pero ese desplante a los neoyorquinos hizo que corriera en los Estados Unidos la leyenda de un Furtwängler nazi, leyenda de la que jamás se ha librado. En su biografía consta que ayudó a escapar de Alemania a varios músicos judíos (entre ellos, Arnold Schönberg). Nunca se afilió al NSDAP, jamás saludó con el brazo en alto, nunca comenzó los conciertos con el himno alemán. Pero participó en muchos conciertos en beneficio de los nazis y éstos le otorgaron cargos y títulos de importancia. Su relación con el nacionalsocialismo está llena de claroscuros y es moralmente compleja.
Algunos músicos judíos se negaron a tocar con él después de la guerra, mientras otros lo defendieron con uñas y dientes. Yehudi Menuhin comenzó siendo de los primeros y acabó siendo de los segundos. El otro gran director del siglo XX, Toscanini (¡tan diferente en todo a Furtwängler!), siempre defendió al alemán y lo consideró como un gran músico y una gran persona. Tantos años después, el debate sigue abierto. Si tienen tiempo, lean lo que se dice aquí sobre este asunto, que es muy interesante, y juzguen ustedes mismos.
Furtwängler fue juzgado para establecer si había colaborado con los nazis en 1945. En este proceso de normalización, este personaje en apariencia tímido e insignificante, que gastaba pocas palabras, justificó así haberse quedado en Alemania: No podía dejar a Beethoven en manos de esos bárbaros. Luego añadió, respondiendo a las críticas de Thomas Mann: ¿No comprende [Mann] que el pueblo nunca había necesitado tanto como entonces escuchar a Beethoven y percibir su mensaje de amor y libertad, justo cuando vivía bajo el terror de Himmler?
En la película, Furtwängler dirige a la Filarmónica de Berlín en el final de la Novena Sinfonía de Beethoven, en marzo de 1942. El concierto celebra el cumpleaños de Adolf Hitler y la grabación proviene de un noticiario de la época. Los nazis en su cénit. Si les duele la vista, cierren los ojos y quédense con Beethoven.
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