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No es una droga

Llueve, hace un frío de mil demonios y un aire gélido barre las calles. Bajo la marquesina de la entrada de un edificio de oficinas se apretuja una docena de fumadores, que soporta la crueldad del tiempo con resignación. Patean el suelo, se arrebujan en sus abrigos, ponen cara de miedo, pero fuman, que para eso soportan la que está cayendo, y lo hacen con ansia, con frenesí, con prisa, compulsivamente.

El tabaco no es una droga, no, qué va, en absoluto.

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