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Cuatro gotas


Uno de los mayores terremotos desde que la historia es historia seguido de un maremoto arrasa una parte de Japón. La catástrofe ha desolado la costa y se ha llevado por delante a miles de personas. Seis centrales nucleares, seis, como seis toros bravos, se quedan sin los sistemas de refrigeración auxiliares y el asunto hace temer lo peor. En medio del caos y la destrucción, mientras se intenta refrigerar a la desesperada los núcleos de los reactores y las piscinas de almacenamiento de combustible, las autoridades japonesas evacúan en perfecto orden y hacia instalaciones previamente preparadas a toda la población residente en veinte kilómetros a la redonda y se crean varios perímetros de seguridad. Según todos los expertos, la Protección Civil japonesa y sus planes de evacuación, prevención y actuación fueron impecables y han salvado muchas vidas en una situación a todas luces excepcional.

En Cataluña llueve. Hay días que llueve y hay días que no llueve. Lo de cada año. Además, el clima mediterráneo trae consigo lluvias torrenciales a finales de verano y principios de otoño. Cada año. Nos lo sabemos de memoria, siempre es lo mismo. Pues el otro día llovió. Nada del otro jueves, llovió mucho, pero no tanto, lo normal para esta época del año. Se inundaron las rondas de Barcelona, se interrumpieron dos líneas de metro, muchos semáforos se fueron a tomar viento, se atascó la ciudad y un tren descarriló entre Terrassa y Manresa, y el tren que ayer descarriló en Sitges descarriló, seguramente, por los estragos que hizo la lluvia días antes, y no han habido desgracias porque algún santo ángel de la guardia hace horas extras.

Pues si así vamos con la lluvia, no quiero ni saber cómo iremos si un día, Dios no lo quiera, pasa una gorda de verdad.

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