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¿Por qué no también nosotros?


El Discovery, la lanzadera o transbordador espacial, se ha jubilado después de pasar 365 días en órbita y recorrer 238 millones de kilómetros en treinta y nueve viajes espaciales. Casi nada, casi como mi coche. Comenzaron a montarla el 27 de agosto de 1979, se presentó en sociedad cuatro años más tarde y su primer vuelo espacial fue el 20 de agosto de 1984. El otro día, la jubilaron.

Ahora la NASA pasará nueve meses limpiándola, para dejarla como una patena. Prestarán especial atención a los componentes tóxicos porque la intención es exhibirla en un museo. ¿Qué museo? El que pague los casi veintinueve millones de dólares que va a costar ponerla limpita y a punto de exposición. Son setenta y ocho toneladas de chatarra espacial con mucha historia, y son varios los museos interesados, y andan todos a la greña entre sí.

El primero es el Museo de la NASA, en Houston, que ruega que el Discovery se quede en casa. Luego viene el Museo de la Aviación, de Seattle, que sostiene que gran parte de la nave se fabricó en la Boeing, vecina de la ciudad. El Museo del Aire y del Espacio de Nueva York (que incluye un portaviones, el Intrepid, en su colección), también reclama el cacharro. En el Museo de la Fuerza Aérea, de Dayton, Ohio, también la quieren, porque allí nacieron los padres de la aviación (los hermanos Wright) y porque, qué narices, el Discovery también ha servido a las órdenes de los militares y el Secretario de Defensa ha adelantado diez millones de dólares para hacerse con la nave. ¡Aún hay más! El Smithsonian de Washington cuenta con el respaldo del Congreso de los Estados Unidos, que es capaz de cualquier cosa por hacerla la puñeta a Obama, que quería que fuera a Dayton, y el museo se ha comprometido a pagar la limpieza de la nave con un presupuesto extraordinario que ha salido de no se sabe dónde. Finalmente, la NASA, lo que es la NASA propiamente dicha, quisiera exhibir la Discovery en el Centro Espacial Kennedy, junto a la rampa de lanzamiento que tantas veces utilizó, cerquita del cohete Apollo, ése que nos llevó hasta la Luna.

¡Qué follón! No sabemos quién se llevará el gato al agua. En Houston y en Dayton ya están construyendo el hangar para exhibirla. El Gobierno opta por Dayton y el Congreso, por Washington, pero eso no quiere decir nada. En Nueva York y en Seattle se han organizado movimientos ciudadanos que reclaman el transbordador espacial. En la NASA... En fin, que los ingenieros también tienen su corazoncito y quisieran verla ahí mismo, al salir del trabajo.

De todos modos, que no cunda el pánico, porque dos transbordadores más se jubilarán en un par de años y los que se queden con las ganas podrán pujar de nuevo.

Yo propongo que, si alguno tiene suelto, podríamos pedirla también nosotros, para exhibirla en el Fòrum, donde hay sitio de sobras y no sabemos qué hacer con él, aunque quedaría mucho más bonita encima de la Sagrada Familia, donde simbolizaría el empeño del hombre en alcanzar el cielo. No se rían. Peores dispendios he visto, y mucho menos interesantes.

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