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Con las manos en la masa

No se lo van a creer: la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) es una entidad sin ánimo de lucro. Se dedica a gestionar los derechos que autores o editores tienen sobre sus obras, lo que es justo. Ahora bien, la SGAE no ha destacado, precisamente, por esta justicia.

Se ha convertido en un grupo de presión con muchísimos recursos que decide parte de la política cultural de los gobiernos de España, que subvencionan a la SGAE a manos llenas; gestiona cientos de millones de euros no se sabe cómo, con aires de contubernio; los autores no saben cuánto dinero mueven sus obras y si cobran lo que tienen que cobrar por ellas, porque el reparto de los beneficios de la SGAE es... particular... particularmente opaco, dígase así; la SGAE se ha erigido en monopolio y ha sido acusada varias veces por otras sociedades de gestión de derechos de autor (que haberlas, haylas) y por la Comisión Nacional de la Competencia, sin demasiado éxito; se inventaron el cánon digital, que cobra por adelantado las posibles copias que puede usted hacer uno de una obra, que igual no hace, aunque esas copias estén autorizadas por las leyes que regulan los derechos de autor; etc.

¿Saben que no existe en España una sola lista o registro que permita saber cuántos ejemplares de un determinado libro (o disco) se han vendido realmente? Un escritor español, que cobra un tanto por ciento por libro vendido, tiene que fiarse de la palabra de la editorial, que no duda en falsificar las cifras (con fines publicitarios, por ejemplo). ¿Creen que la SGAE ha presionado al Gobierno para que legisle sobre este asunto tan elemental? Pues, no, porque también se beneficia ella de este descontrol y controla sus ingresos a discreción.

En fin, que la SGAE no es, precisamente, la sociedad de los buenos de la película.

Al frente de la SGAE, Judas. Quiero decir, el cantante que interpretó a Judas en Jesucristo Superestar, cuando se estrenó en su día en los teatros, en versión española. Hablo del cantante y compositor canario Eduardo Teddy Bautista. Lleva tres décadas al frente de la SGAE y ha hecho de ella un imperio... y una fuente de ingresos espectacularmente elevada. Con la vida solucionada por un sueldazo y una jubilación que ya quisiera para sí más de uno, se ha creído inmune, todopoderoso y con derecho de pernada. No han podido levantarlo del sillón ni con dinamita.

A raíz de un juicio por el cánon digital, el abogado Jover descubrió ciertas irregularidades en las cuentas de la SGAE. Esas ciertas irregularidades eran un posible desvío (qué eufemismo) de más de cuatrocientos millones de euros (¡cuatrocientos!) entre 2003 y 2007, desvío que favorecería a algunos cargos de la SGAE y del que el señor Bautista tenía que saber algo, por fuerza. Ese dinero era el de muchos autores que no han visto todavía un duro por sus obras, era el que pagan ustedes de más cuando compran un teléfono móvil o un ordenador.

Sorprende que la entidad más odiada por los internautas y los pinchadiscos de la BBC (bodas, bautizos y comuniones) actuase con tanto descuido y tanta desfachatez, si estaba en el punto de mira de cualquiera. Pero la sensación de poder, de inmunidad...

La Asociación de Internautas, la Asociación de Usuarios de Internet, la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas de informática y nuevas tecnologías y la Asociación Española de Hosteleros Víctimas del Canon, que tenían razones para estar a parir con la SGAE, denunciaron a la entidad en 2007 ante la Fiscalía Anticorrupción. El señor Bautista denunció a todo Cristo por difamación, y echó a los perros contra esa turba de piratas. Pero en 2010, el juzgado central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional abrió diligencias; es decir, que puso manos a la obra. El jueves, la Guardia Civil solicitó permiso para entrar en el Palacio Longoria, sede de la SGAE, en Madrid, y registrarlo de arriba abajo.

¡Vaya si entró! ¡A saco!

Han detenido a don Eduardo Teddy Bautista, presidente de la SGAE. También al director general y consejero de la SDAE (Sociedad General de Autores y Editores, la que cobra el canon digital y es filial de la SGAE), don Enrique Loras. Por supuesto, también se han llevado al director económico y financiero, don Ricardo Azcoaga. Dicen que el más implicado en el desvío (o robo) es don José Luis Rodríguez Neri, antiguo consejero de la SGAE y ahora director general de la SDAE. Ha sido detenido junto con su mujer, doña María Antonia García Pombo, su cuñada, doña Elena Vázquez, y don Rafael Ramos y don Celedonio Martín, de la empresa Microgénesis, que trabajaba para la SGAE y estaba implicada en esa colecta particular de los fondos de muchos para el disfrute de unos pocos.

Ahora será muy difícil defender los derechos de autores y editores. Imagínense ustedes, si quien acusa de robar a los demás es el primer ladrón.

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