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Condecoración fumbolera

Desde el año 2000, los órganos de gobierno del Parlamento de Cataluña (la Mesa del Parlamento y la Presidencia, para entendernos) pueden premiar a una persona indígena o forànea con la Medalla de Honor del Parlamento, y consta que esta medalla ha de ser exclusiva para personas que, cito, sean acreedoras de un reconocimiento excepcional. Es decir, que no se la pueden regalar a cualquiera.

La lista de medallistas incluye un poco de todo. Todos, menos un Premio Nobel de la Paz, son catalanes, lo que no deja de ser normal y previsible. Predominan los personajes del mundo de la cultura, una cantante la rechazó (Guillermina Motta) y una medalla fue otorgada a título póstumo, a Ernest Lluch, no por conseguir que el sistema sanitario público español fuera universal, sino por haber sido asesinado por los sicarios de ETA, perdonen ustedes la impertinencia. Y ahora, gracias a la iniciativa de la Presidenta del Parlamento, doña Núria de Gispert, culé fanática a decir de los medios, el medallero de honor contará con un entrenador de un equipo de fumbo que apenas ha vivido cuarenta años.

Poca broma, porque la medalla se otorgará en una ceremonia solemne, de ésas que se proclaman a bombo y platillo y reúne a todo el Parlamento de veintiún botones, el 8 de septiembre, y será esa ceremonia, precisamente ésa, la que inicie los actos de celebración de la Diada de l'11 de Setembre, que es la fiesta más gorda del calendario político del catalanismo. Es decir, se considera una cosa importantísima, un honor grandísimo, algo realmente fuera de serie. Y se la dan a un fumbolista, la medalla de marras.

Doña Núria de Gispert propuso condecorar a Josep, a. Pep, Guardiola i Sala, y la moción fue aprobada por unanimidad. Por unanimidad, repito.

Don Josep Guardiola nació el 18 de enero de 1971 en Santpedor, un pueblecito que queda al norte de Manresa. De pequeñito fue abducido por el F.C. Barcelona, que lo entrenó hasta hacer de él un fumbolista profesional. Muchos otros se quedaron por el camino, nadie se acuerda de ellos. El currículum de fumbolista de Pep suma seis Ligas, dos Copas del Rey, una medalla de oro en el torneo olímpico de fumbo, una Copa de Europa, una Recopa y no hay una Recontrarrecopa porque no existe. Es famoso, además, porque una vez lo pillaron con un libro y porque un poeta célebre, Martí i Pol, le dedicó un poema, seducido por sus piernas musculosas y varoniles.

Luego fue de capa caída. Acabó jugando en Italia (donde fue condenado a prisión y luego librado de ella, que no declarado inocente, por consumir nandrolona) y en Qatar (ojo al dato y vean quién patrocina a quién a cambio de qué). En 2006 se sacó el título de entrenador de fumbo, pero antes ya había pasado por míster y jugador simultáneamente, en México, en Sinaloa.

En 2007, regresa a su hogar para entrenar al Barça B, el equipo filial del Barça. A partir de ahí, le toca la lotería. En un año, Laporta lo pone a la cabeza del principal equipo culé y entre 2008 y 2011 gana once títulos, de toda clase y color. También sale por la televisión anunciando bancos y productos financieros, se publican libros de autoayuda que hablan del método Guardiola y los tertulianos fumboleros, una especie de tertuliano francamente desagradable, lo llaman el filósofo cuando quieren faltarle al respeto. Eso dice mucho de los tertulianos fumboleros, que creen que llamarle filósofo a uno es insultarlo, y que también creen que Guardiola es, en fin, un filósofo sólo porque habla soso y no dice nada. ¡Pobre filosofía...! ¡Quién te ha visto y quién te ve, Bernabé!

Dicho esto, el chaval tiene cuarenta años y todavía puede cagarla hasta el fondo, si se pone a ello. Porque estas medallas se le dan a alguien cuando está a punto de diñarla y no puede echar la marcha atrás, por simple precaución. Se admite como excepción un acto singularmente heroico y notable, de ésos que merecen la máxima distinción del mérito civil, recuerdo. Pero, en fin... Eso del mérito civil se ha depreciado mucho y ahora consiste en ganar una pasta dándole de patadas a un balón.

Don Josep, por muchos que sean sus méritos fumboleros ¿merece una Medalla de Honor del Parlamento de Cataluña? En su categoría de oro, además. Protagonizando el inicio de la Fiesta Nacional. Por unanimidad. Por, traduzco literalmente, por razón de su trayectoria como deportista de élite, por los éxitos alcanzados en su etapa como entrenador, por la proyección de una Cataluña culta, cívica y abierta, que ha sabido hacer de una manera bien notoria [sic], y por los valores que ha transmitido ejemplarmente, como ahora la deportividad, el trabajo en equipo, el esfuerzo y la superación personal, valores muy positivos no solamente desde un punto de vista individual, sino también para el progreso colectivo.


¡Caramba! ¡Córcholis! ¡Cáspita! Me han dejado anonadado. Esto ¿va en serio?

Si cobro su sueldo, me apunto a eso de la superación personal, el esfuerzo colectivo y lo que haga falta, hasta les leo un libro, si quieren.

Pero... ¡por Dios! ¿Tan mal estamos en Cataluña que sólo podemos darle la medalla de oro a un fumbolista? ¿No hay nadie más? Pues, apaga y vámonos.

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