Ayer, el meteorólogo de TV3 puso leña al fuego. El satélite UARS, ése que se cae, ¡pasa por encima de Cataluña! ¡La madre! ¡Mira que si nos cae encima...!
La NASA ha descartado que el artefacto, grande como un autobús (según los periodistas, que hace mucho que no viajan en autobús) caiga en los Estados Unidos, pero no descarta que caiga sobre alguien. A decir verdad, las probabilidades de que caiga en una zona habitada son de una entre tres mil doscientas. De ahí a que le caiga a usted encima, cuidado. Se calcula la probabilidad de acabar debajo del UARS en una entre billones y billones; pero billones de millones de millones, no de miles de millones. Pero ¿qué más da? ¿No existe acaso esa remota posibilidad?
En una fecha que no he podido determinar con exactitud, hacia finales del siglo XIX o principios del siglo XX, un periodista que sale mencionado en la Enciclopedia Espasa, de apellido Soravilla, leía el periódico en la terraza de un café madrileño. Le cayó un meteorito encima. Así, como les cuento, un meteorito. Por fortuna, el pedrusco sideral sólo se llevó por delante el periódico, la mesita y el café, dejando aproximadamente ileso a mi pariente lejano. Dan fe del hecho las crónicas de la época, y una leyenda familiar transmitida sólo a los iniciados que sería impropio reproducir aquí.
Con la suerte que me traigo últimamente, sólo me faltaba que el meteorólogo de TV3 me metiera el susto en el cuerpo. La maldición de los Baskerville era una tontería comparada con ésta, la del pedrusco espacial.
Seguiremos informando.
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