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Ha caído

Sí, el UARS ha caído, pero lo mejor es que no se sabe ni dónde ni cuándo. A la que comenzó el rozamiento con la exosfera y la actividad de la tormenta solar, el satélite cambió de posición y lo que parecía que se nos venía encima a las tres de la madrugada igual se ha precipitado contra nosotros más allá de las cinco. La NASA, que saborea con deleite tanto protagonismo, descarta que el UARS haya caído sobre los Estados Unidos, y se pone una medalla, de paso. Lo más probable, dicen, es que haya caído sobre el Canadá (anda que no es grande, Canadá), el Oceano Pacífico o el Oceano Índico, que es la manera más elegante de decir que váyase usted a saber dónde ha ido a parar.

Por no estar seguros, no están siquiera seguros de que el satélite haya llegado hasta el suelo (o el mar). Las probabilidades de que se haya incinerado en su entrada orbital, y más si ha cambiado de posición, son muy elevadas. Con todo, el Gobierno de los Estados Unidos ha emitido un comunicado que recuerda que el satélite UARS es de su propiedad. Si alguien lo encuentra, que no lo toque y avise a las autoridades. Que no se lo lleve a casa como recuerdo. Si no, vendrán los hombres de negro y se lo comerán crudo.

Nadie ha desmentido todavía las declaraciones de Ebenezer Augusto Serenghetti, un argentino afincado en Riudellots de la Selva, que sostiene que el UARS le ha caído encima (no exactamente encima) y le ha chafado la tomatera. Sostiene, don Ebenezer Augusto, que oyó unos ruidos extraños en el huerto, salió a ver y se encontró con un montón de chatarra en el patio. Los mossos, después de interrogar a don Ebenezer Augusto en comisaría, serán indultados en fecha próxima.

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