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El voto en contra

Tengo que admitir, damas y caballeros, lectores míos, que todavía no sé a quién votar. Tengo muy claro a quién no votaré, pero no veo yo un partido en el cual pueda delegar mi soberanía para decidir las cosas del Estado con la conciencia tranquila, el ánimo dispuesto y el intelecto convencido. De hecho, lo de votar con la nariz tapada, fórmula empleada en otras ocasiones, deja mal sabor de boca y votar en blanco tiene un aire de frustración que quisiera evitar. Lo dicho, me gustaría votar, pero ¿a quién?

Sería muy interesante que pudiera votarse a favor o en contra de tal lista. Usted tiene un voto. Puede escoger votar a favor de tal partido político, porque cree que es quien lo hará mejor, o por cualquier otra razón más o menos peregrina, o votar en contra de éste, expresando con su voto que usted no lo quisiera ver mandando ni en pintura, y que cualquier otro lo haría mejor o le caería más simpático.

Un voto a favor suma uno; un voto en contra resta uno. Usted selecciona la lista, su voto, y la deposita en la urna de votos positivos (a favor) o negativos (en contra). Pero tendrá que escoger entre apoyar un proyecto político o mostrar su rechazo por el mismo. Un solo voto.

Podría darse el caso, después del recuento, que el partido más votado es también el más rechazado, y que miles de votos a favor quedan anulados por miles de votos en contra, dejando un resultado final menos que modesto, que supera con exquisita facilidad un partido que no es ni conocido ni odiado, lo que, bien mirado, no está mal. Un partido odiado, con más votos en contra que a favor, no tendría representación. ¿Cambiaría mucho nuestro panorama electoral? Pues ¡no lo sé!

¿Es ésta una propuesta descabellada? ¿Una insensatez? O por el contrario ¿es razonable? ¿Mejora la capacidad de decisión del ciudadano sobre la política de su república? Yo creo que sí, que tiene más poder de decisión, pero ¿qué piensan ustedes? Al fin y al cabo, eso es lo que importa.

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