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Aviso arzobispal

Eso es lo que dijo Alonso Quijano a Sancho Panza, mientras corrían por los caminos de las Españas: Con la Iglesia hemos topado. En aquellos tiempos, era un topar aparatoso; hoy, aunque uno topa con la Iglesia (católica) a menudo, hay veces en las que no se entera. Es que ya no es lo que era; nosotros, tampoco.

Esto viene a cuento porque el otro día entrevistaron en los estudios de Radio Barcelona, de la Sociedad Española de Radiodifusión, al arzobispo de Barcelona, el ilustrísimo señor Sistach, y dejó ir unas palabras contra las retallades, los recortes, ésas que aplica el Gobierno de la Generalidad de Cataluña. Como siempre en estos casos, fueron palabras muy medidas, muy alejadas de la contundencia requerida y necesaria, pero críticas, dígase así, con esas medidas indiscriminadas que afectan, en palabras del arzobispo, a los más pobres. Recordó su eminencia que la Iglesia tiene siempre que defender a los más necesitados y ahí quedó la cosa.

El aviso tiene una relativa importancia. Relativa, porque Cataluña es la Comunidad Autónoma con más ateos y menos católicos de España, y porque existe la tradición secular de quemar conventos e iglesias, despanzurrar curas y violar monjas, lo que resta peso a la opinión del arzobispo.

Pero lo que resta también suma. Recordemos que el señor Mas, recién presidente, mandó bendecir el Palau de la Generalitat y un Deo Gratias, de lo que se encargó un obispo con tiara y báculo, algo que no se veía desde tiempos de la Diputación del General. Además, el mismo señor Mas y señora presumen públicamente de misa dominical, como tantos otros de su gobierno y coalición. Fíjense ustedes que un sitio web de educación y orientación sexual para adolescentes del Institut Català de la Salut ha sido clausurado (discretamente) por razones morales (sic), por poner un ejemplo de ésos que no salen en los periódicos y que manifiesta una actuación gubernativa de ideología carca.

Presumen de buenos cristianos, nuestros líderes. Pero, si lo fueran, tendrían que reflexionar sobre lo que están haciendo con los pobres, y no parece que sea el caso. Ergo...

Dicho todo esto, lamentamos varias cosas. La primera, que la política social del gobierno se muestra muy, pero que muy poco cristiana, en lo que respecta a la justicia social y la protección de los más necesitados; en cambio, sale la carcundia por peteneras en temas que no vienen al cuento con cinco millones de parados. La segunda, que ya pueden decir misa los señores obispos, que el gobierno seguirá haciendo de las suyas. El señor arzobispo ¿se contentará con haber dejado escapar un tímido comentario?

Y es aquí donde surge la tercera cosa que lamentamos, que tanto ruido que hace la Iglesia con unas cosas no lo haga con otras, porque el pecado de recortar la sanidad pública merecería un sermón incendiario y sincero en boca de un obispo decente. Quien dice la sanidad pública, dice, qué sé yo, la manera en como don José Antonio trataba a los inmigrantes y tantos otros desmanes contra el débil, el pobre o el indefenso que cometen éstos auxiliados por el beneplácito o la indiferencia de casi todos nosotros. Qué pena.

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