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Cultura e incultura (religiosa)

Contaba Quim Monzó, hace años, en un artículo de La Vanguardia, que visitando el Museo del Prado se paró delante del Cristo de Velázquez, uno de los cuadros más impresionantes que conozco. En ésas, una mujer y su hijo se pararon a su lado. El churumbel contempló el Cristo un largo rato y al final preguntó: Mamá, ¿quién es este señor? El artículo se basaba en esta anécdota para referir que ni tanto ni tan calvo, que una cosa es librarse de la educación católica, apostólica, romana y obligatoria y otra, eso.

En la misma línea, su ilustrísima, el cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, se ha dirigido a sus feligreses en la Hoja Dominical. Su artículo admonitorio se titula La clase de religión enriquece a nuestros hijos.

El cardenal afirma que, cito, difícilmente se puede comprender nuestra historia, nuestro arte y nuestra cultura si no se tiene un conocimiento notable de la religión católica. Luego añade que los niños que no estudian religión en el colegio, vuelvo a citar, padecen un analfabetismo de cultura religiosa que incide en su nivel cultural general, más bien bajo.

El cardenal anima a todas las familias a que pidan la clase de religión católica para sus hijos cuando los matriculen en la escuela. Comprendan que es el arzobispo de Barcelona, no puede pedir otra cosa a los católicos. Otra cosa es que también lo pida a los que no son católicos, que harán lo que les parezca, faltaría más.

El argumento arzobispal insiste varias veces en el tejido de contenidos cristianos de nuestra historia y nuestra cultura. El cristianismo forma parte de nuestra identidad, dice más tarde. Sin embargo, no precisa demasiado si la historia, la cultura y la identidad son las mias propias, las catalanas, españolas, europeas o cuáles. Pero no seamos tan sutiles, no vale la pena y no importa.

Su ilustrísima tiene razón en mucho de lo que he copiado hasta ahora. En efecto, el nivel cultural de los tiernos infantes y adolescentes es más bien... bajo, escaso, nulo, deficiente, pobre, estereotipado... Las cosas en su sitio: el nivel cultural de los adultos tampoco es para tirar cohetes, va a la par con el anterior. Ésa es una realidad que debería preocuparnos a todos. Somos unos zotes.

También es cierto que el conocimiento que tiene un joven feligrés de su ilustrísima de la religión, de cualquier religión, es igualmente lamentable. De un joven o de un viejo feligrés, que los mayores también son bastante burros en esta cuestión. De la ignorancia viene el temor y del temor, el odio. No hemos sido educados para respetar al que piensa diferente, sino en la intolerancia; no en la discusión, sino en el enfrentamiento; no en la curiosidad, ni en el escepticismo, sino en el dogma.

No es que falte una clase de religión, es que falta la educación en los valores cívicos que tienen que ser comunes a todos los ciudadanos, con independencia de su edad, sexo y condición. La religión no tendría que ser contraria a estos valores. Si lo fuera, tendría que prohibirse en la escuela, así de claro lo afirmo.

Es cierto, y sería estúpido negarlo, que el cristianismo forma y conforma la cultura occidental. El cristianismo y más cosas. Una tradición clásica, el humanismo, la ilustración, el pragmatismo del capitalismo, el escepticismo de la ciencia, etcétera.

También es cierto (muy cierto) que si uno no sabe de santos, no entiende la mitad de lo que ve en un museo. Pero si no entiende de dioses grecorromanos, no entenderá la otra mitad. Si no entiende una de las dos mitades, al final no comprenderá nada, que es lo que suele ocurrir hoy en día a la inmensa mayoría de la población, no nos engañemos.

En pocas palabras, hay que reconocer que su ilustrísima tiene razón en quejarse de algunas cosas, pero comienza a desbarrar cuando prosigue hablando de otras. Su ilustrísima, por ejemplo, afirma que las clases de religión y moral católica ofrecen valores serios y auténticos (sic) frente a los que ofrece la sociedad actual a los adolescentes y los jóvenes.

Pero eso es no decir nada. Cualquier valor es serio y auténtico. Si no, no sería un valor, porque se tomaría a pitorreo o no existiría. Un valor puede ser bueno para uno mismo o para el conjunto de la sociedad, por ejemplo, o malo, según se mire. Pero serio y auténtico... Ay, estos adjetivos... El qué de esta cuestión es que su ilustrísima quiere decir que los valores de la moral católica son buenos, mientras que los valores que gastan los jóvenes, no. Eso es, como mínimo, discutible.

Pero su ilustrísima argumenta que sólo las clases de religión ofrecen, copio, valores sólidos y permanentes que puedan dar significado y finalidad a su vida (la de los jóvenes).

Ay... Porque los valores cívicos de libertad, igualdad y fraternidad... ¿no sirven para dar significado y finalidad a una vida? El respeto a la diferencia, la intolerancia ante la injusticia, la conciencia del deber y la responsabilidad que se deriva de los actos de uno mismo... ¿sólo pueden darse en clase de religión (católica)?

Pueden darse entre ateos, agnósticos, musulmanes, judíos, budistas, taoístas, politeístas o del Barça, en cualquier sistema ideológico religioso... o no religioso. Ello no niega que una buena educación católica pueda ser una buena educación cívica, pero sí que sea la única buena educación cívica posible. Dad a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César, dijo Jesús.

Lo mejor es lo que dice hacia el final, lo que ha levantado tantas polémicas. Dice, y copiaré: Las familias que no desean ninguna formación religiosa para sus hijos o la escuela que no los facilita se pueden preguntar si la atracción de la juventud hacia las sectas o los fundamentalismos no son una consecuencia de haber ocultado algo tan normal y humano como es la experiencia religiosa seria.

La polémica está servida. Un niño que no haya ido a clases de religión, advierte el arzobispo, puede acabar como numerario del Opus Dei, legando toda su fortuna a los kikos o de monje trapense en Mongolia. Así que, cuidado.

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