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La bohemia en lucha

Una joven de vida un tanto disoluta llega tarde a casa después de la gran juerga. Descubre que se ha dejado las llaves. Solicita asilo en el ático de al lado, que es un piso de estudiantes. Le abre uno de esos repetidores eternos de estudia Filosofía y Letras, uno que se las da de poeta, Rodolfo. Por una vez, está solo en casa. ¿Puedo esperar aquí a que llegue mi compañera de piso?, pregunta la jovencita. El presunto poeta se atraganta, porque hacía tiempo que espiaba por la ventana a la bella vecina, que le hace tilín, por ver si la pillaba en paños menores. La joven toma asiento en la única silla de la estancia, mientras a Rodolfo sólo se le ocurre decir, para romper el hielo, lo que sigue: ¿Qué? Hace fresquito esta mañana, ¿verdad?

Luego se enamoran, se aman y ella muere, como sucede en estos casos.

Tal es el comienzo y el argumento de La Bohéme (La Bohemia), una de las óperas preferidas por el público. Arranca con el fresquito de la mañana (Che gelida manina), que es una aria de las que quitan el hipo, con do de pecho incluído, y suma y sigue.

Este año, tocaba interpretarla en el Gran Teatro del Liceo, y los aficionados, que no se cansan de oírla, querían recrearse con las aventuras de la vida bohemia, pero mucho me temo que el público de Barcelona se va a quedar con las ganas. Porque la orquesta y los coros del Gran Teatro del Liceo amenazan con huelga en todas las representaciones de La Bohéme.

Tienen sus razones. La empresa (pública) propone que el 92% del personal del Gran Teatro del Liceo se quede sin trabajo durante dos meses, para ahorrar. Dicen (no sé si será verdad) que las representaciones de ópera no pierden dinero, que el déficit del Liceo viene de otros espectáculos y otras historias, pero no puedo afirmar que sea así. En todo caso, da igual, porque los recortes en el Liceo equivalen a una bofetada al teatro catalán.

Un parón de dos meses en un teatro de ópera es más que dos meses sin empleo ni sueldo. Como dicen los músicos, la ópera exige ensayos, ensayos y más ensayos, para poder ofrecer un producto apenas decente al público más exigente que parió madre, el nuestro. Es muy difícil estar ahí, entre los mejores teatros de ópera. Dos meses de inactividad suponen casi un suicidio operístico en la calidad de los cantantes, músicos y bailarines del teatro, dejando a un lado tramoyistas, técnicos de iluminación, modistos, acomodadores, etcétera, que también sufrirían lo suyo. A nadie le gusta que lo echen a la calle dos meses porque sí.

Sin embargo, dirán ustedes, la ópera es un lujo. Sí, lo es. Pero también es verdad que muchas de las entradas del Liceo son más baratas que las entradas para ver un partido del Barça en el Camp Nou. ¿Es el Barça un lujo? Pues, sí.

Ahora me hablarán de las galas del Liceo, de los palcos y platea, pero consideren que la burguesía catalana de toda la vida abandona poco a poco los palcos de la ópera para ocupar la tribuna del templo del balompié. Ya no hace falta pasar por culto, como antaño, ni esforzarse por saber leer o escribir. Ahora, un lerdo cualquiera hace fortuna. Ya no se va (tanto) a la ópera por figurar, sino por escucharla y disfrutar del espectáculo. Para figurar tienen ustedes la tribuna del Camp Nou, donde se codearán con el factótum de la ciudad.

El teatro del Liceo es un teatro público de manera muy extraña, porque se mantienen los privilegios de antiguos abonados, pero el Barça es un club deportivo privado, privado con todas las de la ley, con socios y negocios, que puede sustentarse solo, perfectamente solo, y ganar dinero sin tener que recibir docenas de millones de euros de la Generalidad de Cataluña, como ahora recibe cada año, publicidad y televisión mediante. Lo triste del caso es que las autoridades recortarán la contribución a la ópera, pero mantendrán viento en popa las contribuciones al balompié... mientras cierran plantas hospitalarias. Este hecho define exactamente la política de nuestros líderes patrios. Al menos, en cultura.

Pero... Sí, sí, pese a todo la ópera sigue siendo un lujo. Y subvencionar un artículo de lujo cuando se cierran quirófanos o se reduce el presupuesto de educación... ¿Cómo justificar que se mantenga un gran teatro de ópera a todo trapo cuando se alargan las listas de espera en los hospitales? Con gran pesar, porque me lo he pasado muy bien en el Liceo, no sabría cómo justificarlo. Pero es de peor digestión que se recorte el Liceo y se subvencione el Barça tanto o más que antes, mientras siguen cerrando quirófanos. Piensen un poco en ello cuando enciendan el televisor o cuando uno de sus líderes patrios se llene la boca con el Gobierno de los Mejores.

Mientras tanto, para compensar que nos quedamos sin La Bohéme, una rareza. Es Pavarotti, jovencito, en un recital que dio en Moscú en 1964. Canta Che gelida manina y promete ser, como fue, uno de los mejores Rodolfos de la historia. A falta de pan, buenas son tortas.


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