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El desfile del Primero de Mayo

Muchos hemos vivido la infancia o la juventud en un mundo que podía desaparecer del mapa en un pispás, por un quítame allá esas pajas. El régimen soviético por ahí, las democracias occidentales por allá y los chinos en medio se amenazaban los unos a los otros con miles de bombas atómicas, toneladas de gases tóxicos y millones de soldados, más que de sobra para aniquilarse todos a una el día menos pensado.

Entonces, el Primero de Mayo era el día de las manifestaciones espontáneas (oficialmente, lo eran) en Moscú, en Pequín o en la capital de Albania, que siempre incluían un desfile militar con la última moda en tanques, aviones y cohetes. Era el turno de los soviéticos para presumir de quién la tenía más grande, después de haber tenido que aguantar la propaganda de Hollywood.

Los analistas occidentales se daban de codazos para poder ver pasar las últimas novedades del Ejército Rojo en el desfile de turno, y luego discutían muchísimo y durante mucho tiempo sobre lo que habían visto (y no habían visto gran cosa), valorando la amenaza que suponía el poder militar soviético para la ley y el orden. Como los soviéticos sabían de semejante afición, sacaban a pasear camiones con remolques de tamaño colosal en los que, presumiblemente, se amagaba un cohete intercontinental, y los occidentales, al ver un estuche tan grande, temían por su contenido.

En la fotografía que adjunto, pueden verse dos piezas de artillería autopropulsada en el desfile del Primero de Mayo que celebraba los cuarenta años de la Revolución Rusa. Kruschev echó el resto en aquel desfile.

¿Qué son, tan grandes y hermosos? Son dos Kondensator 2P, dos piezas de artillería autopropulsada sobre el chásis experimental 271, basado en el tanque T-10. La pieza de artillería es un Grabin SM-54, de 406 mm de calibre, capaz de lanzar un proyectil de 470 kg a 28 km de distancia. Con prisas, podían tirar una granada cada cinco minutos. El trasto pesaba, como poco, 55 toneladas y la munición, aparte. Fíjense en la fotografía y verán cómo sufría la suspensión delantera del vehículo oruga, que no daba más de sí por culpa del cañón.

A su lado, el cañón atómico de 280 mm de los EE.UU. era un tirachinas.

Los ingenieros soviéticos cumplieron sobradamente su misión, que fue demostrar que ellos la tenían más grande (la pieza de artillería, quiero decir). Después de ésta, los americanos se pasaron a los cohetes y los rusos, también, porque ya más gordo que eso... En cañones, desde luego, no.

Se construyeron un puñado de Kondensator 2P, apenas para desfilar, porque el presupuesto no daba para más y, chist, no lo digan a nadie, no servían para nada. En teoría, formaban regimientos de artillería especiales a las órdenes del Alto Mando de la Reserva, pero no había manera de trasladarlos de un lado al otro de la Unión Soviética que no fuera con muchos sacrificios y en el campo de tiro no acertaban dos de tres. No crean que el cañón atómico americano era mucho mejor, pero éste también había cumplido la misión de obligar a los rusos a construir el Kondensator 2P. Total, el paraíso de los ingenieros, pero una locura.

Eran otros tiempos.

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