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Las tribulaciones del profesor Malinowski (II)

Sin poder regresar a casa, Malinowski no tuvo más remedio que pasar varios años en las islas Trobriand, en la Melanesia. Se aburría mortalmente. Sus diarios nos explican cómo le daba al alcohol, cómo dejaba de fumar un día y al día siguiente ya estaba liando cigarrillos. Las charlas del doctor en filosofía con sus vecinos blancos no iban más allá del chisme y los dimes y diretes de una comunidad corta de miras, formada por personajes de curiosa condición y básicamente lerdos. Bebía, pues, como todos a su alrededor. Él, Malinowski, decía que darle al bebercio era una manifestación íntima del sentido artístico (sic). Así se justificaba a sí mismo, porque pillaba unas cogorzas de campeonato a la que se ponía una botella a su alcance y luego se arrepentía, víctima de la resaca.

Lo repito: se aburría como nunca.

Pero ¿no había ido a la Melanesia a observar a los salvajes? Pues ¿por qué no los observaba?

La humanidad en su conjunto debería rendir pleitesía y honores al aburrimiento, motor de la ciencia y las artes, causa primigenia de grandísimos avances e importantes logros del género humano. Porque fue por aburrimiento, o por falta de alcohol, que Malinowski abandonó la baranda del club de campo de los blancos, hastiado, y se adentró en la sociedad melanésica.

Un buen día, plantó una tienda de campaña entre los trobriandeses y éstos se lo miraron como quien mira a un tipo raro que se instala en la casa de al lado. Éste ¿qué hace aquí?

Así empezó la aventura de la antropología moderna. Malinowski no fue el primero en realizar un trabajo de campo (ni mucho menos), pero sí fue quien supo venderla, ya diré cómo. Pero dejaré que, por una vez y sin que sirva de antecedente, un antropólogo contemporáneo hable por mí. Malinowski hizo (cito) el más famoso, y ciertamente el más mitificado, trabajo de campo de nuestra disciplina: el viaje paradigmático hacia el paradigma lejano.

Qué paradigma ni qué narices. El Malinowski de verdad tuvo que vivir con los tobriandeses y lo pasó muy mal.

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