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La dimisión inminente



El señor Prat, un sinvergüenza de gran calibre, es el objeto de las iras del señor Navarro, primer secretario del PSC-PSOE, que quiere verlo declarando ante una comisión de investigación sobre la (mala) gestión de la sanidad pública catalana. Otro día hablaremos de esta comisión, que no llegará a nacer. Pero no ahora.

Ahora quiero prestar atención a las palabras de un portavoz de ICV-EUiA. El tal portavoz también le tiene ganas al señor Prat. Sin ir más lejos, fuera de sí, ha recordado que el señor Prat ya ha sido denunciado formalmente por el Ayuntamiento de Reus por malversación de caudales públicos (pagó más de un millón de euros a dos compinches a cambio de un asesoramiento del que nadie sabe nada). Exigimos su dimisión inminente, ha concluido el portavoz de los iniciativos.

Será inmediata, la dimisión. Pero me gustaría más que lo inmediato fuera una destitución, que es más ejemplar. Uno dimite porque quiere; uno es destituido porque ya no le quieren; en casos de corrupción manifiesta, prefiero las destituciones (a falta de defenestraciones). Una buena, contundente, implacable (e inmediata) destitución por corrupto, canalla, ladrón y sinvergüenza es algo que no se ve cada día, y el espectáculo merecería algún aplauso. Pero los amigos de los amigos no se destituyen entre sí. Qué lástima.

Sea, pues, la dimisión. Si tiene usted vergüenza, debería usted dimitir... ¿inminentemente o inmediatamente? Ah, amigo, buena pregunta.

Una dimisión inmediata es aquella que sucede enseguida, sin tardanza; en cambio, una dimisión inminente es aquella dimisión con la que se amenaza o que está para suceder prontamente. Ahora mismo, qué quieren que les diga, el señor Prat no amenaza con dimitir, precisamente; tampoco parece que haya decidido dimitir y que vaya a anunciarse su renuncia de un momento a otro. ¡Quiá, dimitir...! Fíjense cómo se burla y se ríe de todos nosotros, idiotas.

Por lo tanto, la dimisión del señor Prat no puede ser inminente. Tampoco su destitución, pues no aparece entre en los planes de don Baudilio, que se sepa, y don Artur Mas mira hacia otra parte para poder decir luego que él no había visto nada. Ojalá fuera inminente, la destitución, la dimisión, la expulsión, la condena... pero ahora mismo no lo es. Eso sí, nos gustaría que dimitiera (mejor, que lo destituyeran) inmediatamente.

Pero no sucederá, y no saben cuánto lo lamento. Que no se lamenten ustedes conmigo es también causa de angustias.

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