Es muy sano y recomendable, especialmente cuando tratamos asuntos políticos y sociales, abrir los ojos, desatascar las orejas, aplicarse en lo que se lee, atender a lo que se dice y luego, con el mejor criterio posible, preguntarse por qué uno está o no está de acuerdo con lo que se ha dicho o escrito, o qué argumentos emplearía para rebatir o apoyar esa idea que le ha llamado la atención. El sentido crítico alerta, siempre, y las ideas preconcebidas encerradas en el cuarto de los trastos. Esto último es lo más difícil, porque son muy escurridizas y siempre se escapa alguna.
Como dijo Nietzsche, quien esté de acuerdo con todo lo que digo no merece leerme. Y esta frase nunca ha sido más cierta que en política, donde discutir (en el buen sentido del término) es el verbo que tendría que definirla.
Todo esto viene a cuento porque les recomiendo leer un panfleto recientemente publicado que ha tenido bastante éxito: La sanidad está en venta (Y también nuestra salud). El prólogo es de don Vicenç Navarro, una eminencia en Economía Aplicada, Ciencias Políticas y Sociales, etc., y los autores son cuatro: Carles Muntaner, Clara Valverde, Gemma Tarafa y Joan Benach, por estricto orden aleatorio, copiado de la portada del libro. Toda esta tropa de pensadores se ha relacionado con un grupo nacido en el seno de la Universidad Pompeu Fabra que es bastante crítico con el neoliberalismo imperante (lo cual no deja de ser paradójico, porque la Pompeu Fabra...).
El libro defiende que la salud es un bien común. Por lo tanto, es obligación de los Estados preservar, mantener, mejorar, proteger, ese bien común, que va más allá de una atención sanitaria de calidad, gratuita y universal para todas las personas, sin distinción de ninguna clase. En efecto, la salud de la población, o de una parte de ella, tiene mucho que ver con el nivel de renta, las desigualdades sociales, la seguridad en el trabajo... Escoger una vida saludable y ser atendido en caso de enfermar son derechos adquiridos por las personas, derechos que ha de defender el Estado y el conjunto de las naciones. Un sistema de salud pública favorece a todos y cada uno de nosotros y al conjunto de la sociedad, ayuda a superar las desigualdades sociales, es un instrumento de justicia social, etcétera.
Decir esto hoy en día y en voz alta es casi una provocación, aunque sea tan evidente. Por eso, cualquier intento de privatizar, mercantilizar, vender, recortar, externalizar... el sistema de salud público es un atentado contra el Estado del Bienestar y una ofensa contra las personas y los ciudadanos. En palabras de los autores y prologuista del texto, es una estrategia del neoliberalismo para hacerse con el negocio de la salud, algo que provocará que todos salgamos perdiendo.
Como ya saben algunos de mis avezados y pacientes lectores, los pocos amigos que me quedan y la gente que se aburre como las ovejas oyéndome o leyéndome, soy un ferviente, fervoroso, decidido defensor de la sanidad pública, universal y gratuita (y de tantos otros componentes del Estado del Bienestar). Por lo tanto, al leer algunas cosas que dicen los autores me he puesto muy contento. Leyendo otras, no tanto.
Sea dicho que no creo que Cuba sea un ejemplo a seguir. Es cierto que tiene un sistema sanitario público de primera, pero a qué precio. Algunos análisis políticos aquí o allá me parecen... no me parecen acertados, o son simplemente infantiles.
Considero especialmente lamentable que los autores crean que el lobby farmacéutico sea el responsable de no considerar las medicinas alternativas como viables y aplicables en un sistema de salud pública, cuando a poco que uno sepa de qué va el asunto sabe que las prácticas de las medicinas alternativas no tienen nada que envidiar a las peores prácticas del lobby farmacéutico (propietario de los grandes laboratorios de homeopatía, por ejemplo) y además... ni curan ni son medicina, sino tonterías.
Finalmente, los autores y el prologuista ponen toda la ilusión del mundo en la lucha por recuperar los derechos perdidos a través de la democracia participativa, que es lo más guay del Paraguay, leído el panfleto, y defienden el consenso como mecanismo político... Yo, en cambio, soy un descreído y la democracia participativa ésa me parece demagogia (en el sentido griego del término) y la considero más propia como paso preliminar de un sistema totalitario que como utopía. Además, eso del consenso es una gilipollez. Encima... ¡Ay, qué he dicho...! Olvídenlo, olvídenlo, porque no es el momento de discutir de filosofía política, que hemos venido a hablar de su libro. Lo diré de otra manera: ese remedio no es práctico. No vayamos a discutir ahora de por qué no funciona la democracia representativa y la división de poderes, porque es el campo de batalla de otra guerra. No he dicho nada.
Lo que quiero y quería decir es que conviene saber qué piensan los demás y reflexionar sobre este asunto. La sanidad está en venta es una oportunidad para ponerse a ello.
Si usted es un neoliberal de derechas muy extremas y se deja llevar por un fondo de mitología nacional-católica, si usted es, por ejemplo, alguien como don José Antonio Duran, o simpatizante del Gobierno de los Mejores, es decir, de los secuaces del Muy Honorable señor Mas, que son tal que así, este libro le provocará urticaria. Pero le convendrá leerlo. Es posible que no le convenza, pero le recomiendo el ejercicio de la argumentación.
Si se dice usted de izquierdas, lo más posible es que confunda churras con merinas. La sanidad está en venta podrá ayudarle a comparar unas y otras y así será capaz de poner en duda lo que defienden algunos que hasta ahora le habían convencido de su izquierdismo. Si participa en asambleas, ya tendrá argumentos para montar berenjenales. Si quiere, podrá investigar sobre teoría social o política.
Cualquier persona con inquietudes sobre este asunto puede echarle un vistazo y tendrá material de reflexión entre las manos.
Pero ya les digo, y sin ánimo de ofender: La sanidad está en venta es un panfleto, con todo lo bueno y lo malo de los panfletos. Otras obras de mucha más enjundia están a su alcance, pero ésta está bien para romper el hielo. Lean y critiquen, y suerte con la crítica (que es el examen y juicio acerca de alguien o algo).
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